Cyberceci in Vancouverland

What am I still doing here? Read and find out...

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Location: Vancouver, British Columbia, Canada

I studied Journalism in Chile and have a Master of Journalism at The University of British Columbia (UBC), Canada. My dream? To be the first correspondent on the moon, where I plan to go as soon as I can.

Monday, February 28, 2005

Cosas de hombre (Parte II)

Viernes en la noche. No tenía ganas de irme a casa después de un día de trabajo tan intenso, así es que decidí bajar al pub, el cual queda en el mismo edificio donde están las oficinas de la revista para la cual trabajo (¡qué conveniente!, ¿no?). El plan era ver si encontraba alguna cara conocida para conversar y relajarme un rato.

No encontré una, sino cinco. Todos ingenieros. Todos hombres.

Ahí estaba yo, rodeada de estos cinco varones que, entre cervezas, discutían cuál era la mejor estrategia para conseguir que una mujer a quién recién conoces acepte salir contigo. Debo aclarar que la conversación se había originado cuando uno de los del grupo (Johannsen, el único 100% canadiense) confesó que tenía una comida formal al día siguiente, pero que no tenía con quien ir y que todos sus colegas iban a ir con la esposa o la novia.

La verdad es que, como el tema no me interesaba y ellos ya estaban borrachos (salvo uno, el más amigo mío), pensé en irme, especialmente cuando el grupo empezó a presionar para que yo cancelara mi compromiso del Sábado en la noche y acompañara al “tímido” (según ellos, por eso Johannsen no tenía acompañante, yo creo que se debe a lo gritón que es, pero en fin).

Fue entonces cuando comprobé que, definitivamente, hay ciertas cosas que son, no importa la nacionalidad, ni la edad, cosas de hombres. Definitivamente.

Ojo. No es que nosotras no tengamos nuestras mañas, pero se me hacen menos extrañas, por decirlo de un modo elegante.

Primero, cada uno de los presentes, sin excepción, intentó invitarme a salir esa misma noche, aún cuando dos de ellos son casados y eso fue algo que les recordé de manera bastante directa y poco simpática (¡pobres de sus señoras!). Me vieron molesta y me pidieron disculpas, recurriendo a la frasecita “Perdona, Ceci, son cosas de borracho.”

Yo diría cosas de hombres.

Pero lo que me pareció más divertido y patético a la vez fue que, sólo un par de horas después de haberles dado unos cuantos consejos de cómo aproximarse a una fémina sin asustarla o impresionarla negativamente, uno de ellos (soltero), me llamó aplicando exactamente la misma estrategia que yo le había enseñado. En el mensaje decía que “lo pasó muy bien conversando conmigo” y que le gustaría “invitarme un café” un día de estos. No me habría molestado tanto si no retumbaran en mi cabeza sus mismas palabras, cuando le expliqué que había que ir “de a poco,” “tanteando el terreno” para ver si había interés del otro lado.

- “Primero un café, luego quizás una salida al cine o a comer y luego te puedes acercar un poquito más, ya sea emocionalmente, por medio de los temas a conversar, o fisicamente,” le dije.
- “Ah!, Ya entiendo. Osea tu propones las tres C: primero un café, después cine y de ahí a la cama,” acotó este caso perdido.

Horror.

El experimento continuó el Sábado en la noche. Por una misteriosa razón que aún estoy tratando de encontrar, a la reunión/cena llegaron todos mis amigOs, pero ninguna de mis amigAs. Esta vez eran 15 hombres y yo. La edad promedio, unos 28 años, siendo el menor de 23 y el mayor de unos 42. En su mayoría latinos, había también un polaco y dos canadienses. En general se portaron muy caballeros, pero no pude evitar sentirme mal cuando se referían a una conocida un poco gordita como “la tamalito mal envuelto,” o a otra que entre septiembre y febrero ha tenido ya tres galanes distintos como “es linda, pero con demasiado kilometraje acumulado” y un par de cosas más irreproducibles. Tampoco pude evitar la risa cuando, cual fraternidad de película gringa, hicieron un pacto para pegarle a un chino que baila super bien salsa y que les roba las parejas de baile en todas las fiestas. Menos pude contener la carcajada cuando el más jovencito me preguntó la edad y, ante mi silencio, me dijo que daba lo mismo, porque ya se había enamorado y me propuso matrimonio, consiguiendo el aplauso de los presentes. Ayayay! … Cosas de hombres.

Friday, February 25, 2005

Bendita Primavera (adelantada)


Foto: Steve Bosch, Vancouver Sun
 Posted by Hello

Vancouver, más conocido como Raincouver, por ya adivinan qué, batió un record histórico esta mañana. Y, lo que me hace más feliz, es haberlo vivido. A las 9:00 a.m. se cumplieron 152 horas sin lluvias y con hermosos días de sol, lo cual convierte a este Febrero en el más soleado del que se tiene registro en la historia de British Columbia.
El record anterior se dio en 1968, cuando Environment Canada registró 151.1 horas de días de sol ininterrumpidos.

Tuesday, February 22, 2005

¿Cosas de hombre?

* Advertencia: Los nombres y nacionalidades de algunos personajes han sido cambiados por respeto a los involucrados, quienes no tienen idea de que escribiré acerca de lo que hicieron y están haciendo.
Ni siquiera saben que tengo blog.


¡Ajá!... con esta introducción más de alguno ya está metido, preguntándose con qué saldrá ahora la Ceci.

La idea de contarles en qué andan algunos de mis amigos varones latinos acá en Vancouver no nació sólo de las ganas de copuchar (que nunca me faltan), sino de una anécdota que viví esta tarde. Sí, otra más.

Esta vez paseaba por la playa, tomando fotos de la puesta del sol, cuando un tipo de apariencia normal (léase, no uno de los varios loquitos que andan por Vancouver, empezando por la que escribe), se me acerca y me pregunta algo que no entendí.

- “Pardon, me?” (Tan señorita yo)
- Y él, muy compuestito, me dice: “Le preguntaba si le gustan los cumplidos”
- “Viniendo de ti, por supuesto,” me sentí tentada a contestar, porque estaba tal como me lo recomendó el doctor. Sin embargo, sólo respondí un coqueto “I guess so” para ver qué sorpresa se venía... Y sí que me llevé una sorpresa, ya que el adonis me miró y muy respetuosamente me dijo “Thank you!” y siguió su camino.

A mí me dio ataque de risa, en parte por ser tan perna de pensar que el sujeto quería establecer una conversación o decirme un piropo. Pero también porque no pude evitar pensar que a lo mejor estas preguntas extrañas son, en realidad, una “cosa de hombres” y que, al igual que los amigos a quienes voy a delatar a continuación, este sujeto andaba haciendo su propio “estudio de campo.”

Caso 1:
El pionero del grupo de “investigadores” fue José Patricio, de Perú. La teoría que JP buscaba probar era que las mujeres canadienses, sobre todo las que no pasan de los 45 años, se sienten ofendidas si un hombre les ofrece el asiento. Durante sepa Dios cuánto tiempo, JP se dedicó a preguntar a cuánta fémina tuvo la desgracia de tomar el mismo bus que él, si aceptaría que él le cediese el asiento. El muy canalla lo decía en tono galante y de claro ofrecimiento (fui testigo de un par de esas vergonzosas ocasiones), por lo que algunas cándidas pasajeras respondían que sí o le daban las gracias y empezaban a acomodarse para tomar asiento. Pero entonces, sin inmutarse, JP les respondía “Gracias a Usted por contestarme la pregunta ... y seguía sentado.”
¡No sé cómo no le pegaron!, aunque –según dice- estuvo cerca.

Caso 2
Otro “caso” es el de Rafael, de Colombia. Este personaje, según dice, quería entender el concepto de “date.” Su teoría era que, si un hombre invita a salir a una canadiense que recién le presentan, dos veces relativamente seguidas, ella asumirá que están “dating” (algo así como “saliendo”). Rafa se quejaba, y todavía lo hace, que en Canadá hay mucha presión social para formar pareja, no como (según él, aunque no sé en qué mundo vive) en Latinoamérica, donde las cosas son más naturales y se opta por un conocerse que puede derivar en amistad, romance o en nada.

Rafael no encontró mejor manera de “probar su hipótesis” que invitando a salir a toda chica nueva que conocía. Las veces que le aceptaron y que lo aguantaron como para una “segunda vuelta,” Rafa procedía a interrogar a las ratoncillas de laboratorio en forma directa. “Esta es la segunda vez que salimos juntos,” les decía, “Dirías que we are dating?” (perdón el Spanglish, pero aquí se necesita).

A su favor puedo decir que, apenas recibía una respuesta o incluso si la interpelada se quedaba muda, él procedía a explicarle de inmediato el motivo de su pregunta. En contra debo decir que me tocó conversar con, al menos, tres pajaritas que, sabiendo que R y yo somos amigos, se acercaron a preguntarme a mí que pasaba con Rafa, si estaba bien, si estaba interesado en ellas y no se atrevía a decirles o, simplemente, a contarme la anécdota y a reírnos juntas.

Caso extremo
Pero el peor de todos fue el de un amigo a quien considero muy inteligente y sensible, pero quien es el que se ha caído más feo. Tomás (por ponerle un nombre) se quejaba amargamente una noche, entre cerveza y cerveza, por la traición de su ex – polola, quien no sólo había terminado con él cuando supo venía a Canadá, sino que ahora estaba con otro. Lo que no contaba, y que más tarde me enteré, es que ambos vivían juntos en, digamos, Costa Rica. Tampoco contaba que tenían planes de casarse y, mucho menos, que él decidió un día venir a Canadá para “encontrarse a sí mismo,” sin siquiera invitar a su pareja a venirse con él. Como además no tenía claro cuánto tiempo estaría por acá, la polola se enojó y terminaron. Seis meses después, ella estaba con otro.. y él se quejaba...

Casos y cosas de hombres...

Sunday, February 20, 2005

Sin ánimos de ofender

Me salvé. ¿O me salvaron? No importa. Da lo mismo. No me devolvieron el pasaporte a tiempo y, por ende, perdí la oportunidad de haberme ido este fin de semana a Estados Unidos a realizar la entrevista para Sony.
Sin ánimos de ofender a nadie (si es que alguno de los que leen este post pudiera ofenderse por lo que voy a decir), pero entre soportar a Enrique Iglesias y pasear por las playas y parques de Vancouver con mi camarita bajo el brazo, creo que no hay mucho por donde perderse.

Wednesday, February 16, 2005

La última hoja


Posted by Hello

Lo conocí hace muchos años. Tantos, que ni siquiera recuerdo. Yo pisaba y jugueteaba con las hojas secas que cubrían el pasto del Parque Forestal, disfrutando de ese crujir mientras dejaba mi volar mis pensamientos. El me miraba divertido, desde un banco, donde leía.
Cuando estuve cerca me habló. Mi perro fue la excusa. Me pilló de buenas, así es que le respondí. Supe que su estación favorita también era el Otoño y que, como yo, le gustaba caminar sobre las hojas secas cada vez que podía. Supe que, de adolescente, decidió que al caer la última hoja del árbol que estaba en el patio de su casa, partiría a buscar fortuna. Supe que entonces estudiaba teatro y que pronto se iba a Francia.
Nunca he hablado de él con nadie. De hecho, lo ví sólo una vez más, en el mismo parque. Había caído la última hoja de su árbol y, por ende, se venía a despedir. Me prometió que me enviaría una hoja seca de cada lugar donde estuviera. Yo me reí. El me miró serio y me pidió mi dirección.
Desde entonces he recibido, con cierta regularidad y sin importar dónde esté, un sobre con una hoja y una carta en la cual suele contarme dónde la recogió, qué sentía en ese momento y cómo le ha ido en la vida.
Hace mucho tiempo que no tenía noticias suyas. Por eso me emocioné cuando reconocí su letra en el sobre. Esta vez no había hoja alguna dentro de él, sólo una carta en forma de hoja, en la cual me cuenta que volvió a Cuba, donde está la mujer que ama. Y también me cuenta que, desde la cama del hospital, en la que yace desde hace ya cuatro meses, víctima de cáncer, alcanza a ver la copa de un árbol. A éste le quedan pocas hojas y él sólo espera poder ver caer la última antes de partir.
Termina su carta diciendo “nos vemos” y yo, por un rato, recupero la fe y rezo para que nunca caiga esa última hoja.


 Posted by Hello

Saturday, February 12, 2005

Esta vez tengo testigos

Suma y sigue. Parece que, tras las vacaciones que se tomó mi Ángel de la Guarda en diciembre y parte de enero, ahora se encuentra trabajando a full para recuperar el tiempo perdido.

¿Ahora qué? Nada muy sorprendente. Sólo que anoche, tras la clase de tango, me fui a una comida en casa de unos amigos chilenos que viven cerca del aeropuerto. Nunca los había visitado en ese departamento, así es que no tenía ni la más remota idea de cómo llegar. Siguiendo las instrucciones de los dueños de casa, primero tomé Skytrain y luego el bus que va al aeropuerto. Hasta ahí todo bien. El problema fue que, aún cuando le pedí al conductor que me avisara en la parada donde debía bajarme, a éste se le olvidó y me dejó unas cuatro cuadras más lejos. ¡Pero no me dijo!

Ahí estaba yo, a 10 pasos de un puente que me llevaba directamente a las pistas de aterrizaje, con una autopista a la izquierda y dos calles que nunca había escuchado nombrar a mi derecha. “No debo estar tan lejos,” pensé. Pero tampoco tenía idea de hacia dónde ir. Y, justo cuando me disponía a buscar un teléfono público, lo vi. Dos metros y 105 kilos de canadiense, se dirigían hacia mí con paso firme y rápido. Miré hacia todos lados y nada. No había nadie. Y tuve miedo.

En eso el tipo me habla:

-“Estás perdida, ¿no es cierto?”
- “¿Yo? Nooooooo.” (ni yo me creí)
- (Mirando la libreta que yo tenía en mis manos) “¿Qué calle buscas?"
- "Ehhhh. Logan Street"
- "¿Logan Street?"
- “Sí, ¿la conoce?”
- “Esa calle no existe,” dijo en tono de sabelotodo desafiante.
- “Sí que existe, la busqué en el mapa antes de venir,” disparé yo en un tono de “a mí no me vengai a tratar de confundir”
- “Yo soy canadiense, he vivido en Vancouver toda mi vida y nunca he escuchado hablar de una calle Logan, menos por acá” (punto para el gigantón)
- “Porfiado, más encima,” pensé yo. “No importa, gracias de todas maneras, voy a llamar a mis amigos.”
- “¿Tienes el número?”
- “¡Claro!,” contesté, mientras emprendía la marcha.
- “ Ah, qué bueno. Toma, usa mi celular”
- “No se preocupe, gracias.” (yo ya quería salir arrancando de ese tipo cuya presencia me intimidaba)
- “Ya, veo, me tienes miedo. Es normal.” (habló el sabelotodo) “No tengas miedo, soy policía (Acto seguido sacó su identificación y me la mostró) y no te voy a dejar sola hasta asegurarme que sabes cómo llegar hasta dónde viven tus amigos,” agregó.

Ya aliviada llamé a José Luis y Paulina, a cuya casa llegué ni más ni menos que en auto. Sí, adivinaron: en el auto del policía.

Friday, February 11, 2005

¡No vale!

No pues, así no vale. Mi vida está demasiado entretenida como para que logre concentrarme en el montón de cosas que tengo que hacer. Más ganas me dan de llenar este blog con las absolutamente increíbles y emocionantes cosas que me pasan cada día. Sólo para desahogarme y darles un adelanto les cuento que:

- El destino me hizo compartir una cena anoche con dos hermanas que resultaron ser vecinas y amigas íntimas de los familiares de mi papá en Siria. La misma familia que creíamos ya no existía y con la que él perdió todo contacto cuando era niño, tras la muerte de mis abuelitos.

- Uno de mis compañeros de tango será mi entrevistado estrella en la próxima edición de The Graduate, la revista que dirijo. Razones sobran, pero la más impactante es que se vino desde Buenos Aires a Canadá ¡en bicicleta! No le creí, hasta que me mostró las fotos y recortes de diarios. Se demoró dos años, cruzó 17 países y pedaleó 23.000 kilómetros. Imagínense la cantidad de historias que tiene para contar.

- Si me llega la VISA a tiempo, Sony Music Latin America me estaría enviando en los próximos días a Hollywood, para entrevistar a un cantante que, de momento, prefiero no nombrar, para evitar la envidia de muchas.

¡Hasta la vista punto com!

I love you. I want to have your babies…Marry me!


 Posted by Hello

Eso fue lo que me dijo un amigo hace unos días. Y, por un par de segundos, me quedé helada.

Por supuesto que era una broma. Fue nada más su reacción ante un gesto amable de mi parte. El equivalente a un Thank you. Pero, lo que no fue broma, fue la reacción que me provocaron esas palabras.

[Antes de continuar, permítanme una aclaración: el individuo en cuestión no me gusta ni un poquito, ni para darle un beso. No, cero atracción. Pero, así y todo, sentí un escalofrío general cuando dijo lo que dijo.]

¿Qué me pasó? ¿Acaso me lo creí? No, claro que no. Pero mientras más pienso qué fue lo que me hizo sentir incómoda, más me doy cuenta que fueron las palabras mismas que usó.

Si se fijan, no dijo el cursi, pero mejorcito verso: “quiero compartir mi vida contigo,” ni tampoco: “quiero envejecer junto a tí,” ni nada parecido. Me trató con una visión puramente utilitaria, como una baby-making-machine. Además, ni siquiera dijo “nuestros hijos,” sino “tus hijos.” ¿Acaso no serían de él también? ¿O pretende que los críe yo solita, mientras él deja crecer su panza con el auspicio de la cerveza de turno? ¿Y qué pasaría si yo lo dejo tener a mis bebés, como pide, pero con la salvedad de que los engendro con quien me de la gana? ¿Ah? ¿Le gustaría?

Ya van a ver, la próxima vez que me lo encuentre no sólo le voy a decir que no acepto, sino que también le voy a hacer ver lo insensible y machista que es y lo mucho que necesita aprender de tacto y que se perdió la oportunidad de que le presente a mis amigas, porque a tipos así no se los recomiendo ni mi a mis enemigas y.....

Ejem...

Bueno. Mejor me quedo calladita, porque –a decir verdad- el pobre es harto simpático y yo estoy siendo una antipática buscadora de la quinta y sexta pata del gato.

Lo único en serio de este post, aparte de la anécdota en sí, es que, si el lenguaje refleja cómo es una sociedad, entonces no me caso con un anglosajón.

He dicho.

Wednesday, February 09, 2005

A pedido del público

Varias personas me han preguntado “qué onda” con la historia de la viejita: que si estoy bromeando o sí me pasó algo de verdad; que quién es; que cómo; que dónde, que cuándo...Ufff!!! Se nota que tengo muchos amigos periodistas.

Así es que mejor procedo a resumir la anécdota aquí.

Hace exactamente un mes me encontraba en la cola del supermercado comprando cualquier tontera (posiblemente chocolates o bebida o queso, mi otra debilidad) cuando me percaté que, delante de mí, había una señora bien chistosa. Toda maquillada y llena de joyas de oro, esta “dama” llevaba dos carros llenos de cosas absolutamente gourmet y fuera de lo común (Léase: no papel higiénico, ni pasta, ni nada de lo que compraría un cliente común. Más bien tenía como 8 tipos de queso distintos, panes gourmet, crackers, trufas, camarones y cosas por el estilo). Cuando llegó el momento de pagar le preguntaron si tenia la Safeway Card, con la que te hacen descuentos en los productos que aparecen en oferta. Como dijo que no, en un arranque de generosidad que no sé de dónde me viene a veces, le ofrecí usar la mía. "¡Hay, pero que amable!," me dijo y empezamos a conversar primero en inglés obviamente, pero apenas supo que soy de Chile seguimos en español, ya que ella resultó ser costarricense.

Llovía a cántaros, por lo que esta señora me ofreció llevarme en auto a casa. Tras dudarlo unos segundos, acepté encantada y hasta le cargué un par de bolsas (el carrito se lo llevaba el niño del supermercado). Cuando llegamos al estacionamiento vi que el "auto” era, en realidad, una limosina... y con chofer. ¡Ya me había parecido que usaba demasiadas joyas de oro como para ser una turista o dueña de casa estándar! Pero mi sopresa fue mayor cuando me enteré que ella era, ni más ni menos, que la esposa de Tomás Dueñas, el embajador de Costa Rica en Estados Unidos.

Con mi problema del pasaporte desaparecido pensé en ella, pero no quería molestarla. Hasta que empecé a dar todo por perdido y decidí comunicarme. Al tercer intento, me devolvió el llamado. Le conté lo que me pasaba y me dijo que iba a contactarse personalmente al consulado canadiense en Seattle.

En menos de 24 horas, "aparecieron" mis documentos.

Y esa es la historia.

¿Quién dijo que tengo suerte?

Monday, February 07, 2005

Ha llegado carta

¿Para quién? Para Cecilita Jamasmie

¿Quién la envió? El Consulado de Canadá en Seattle

¿Qué dice? Que apareció mi pasaporte y que están “procesando el caso”

¿Qué digo yo? Menos mal que le cargué las bolsas del supermercado a esa viejita (que resultó ser la esposa del embajador de Costa Rica en Estados Unidos, tema que da para un post completo, algún día)

Sunday, February 06, 2005

¿Dónde está escrito que estás obligado a vivir?

Cuando niña solía preguntarme cuánta gente y quiénes serían los que asistirían a mi funeral, si moría en ese mismo momento. De adolescente, pensaba si, para alguien, la vida ya no sería lo mismo sin mí o, simplemente, sin mi presencia en este mundo. Y siempre llegué a la misma conclusión: salvo por la tristeza que le ocasionaría a mi familia y algunos amigos, todo seguiría igual. Nadie dependía de mí y, como no había inventado nada importante, ni era una persona famosa, nadie me recordaría con el correr de los años.
Todavía pienso lo mismo, pero ya no me entristece la idea, como cuando era niña. La muerte es algo que no me asusta. Quizás porque ha estado presente en mi agenda como una de las cosas que pasan desde que me acuerdo. De hecho, antes de los 15, ya había visto partir a muchos de mis seres queridos: mi abuelita materna (la única que conocí), varias tías y tíos, vecinos y hasta a una compañera de curso y mejor amiga de la enseñanza media (secundaria). Especialmente de ella y de nuestras largas conversaciones en torno al tema, me acordé esta tarde, cuando miraba “Mar Adentro,” la última película de Amenábar.
Me golpeó fuerte. Me trajo miles de recuerdos y aún mayor cantidad de pensamientos.
No es fácil darse cuenta y aceptar que, contigo o sin ti, el mundo sigue ahí (como dice Roberto) y que, si te mueres ahora mismo, nada va a cambiar. Pero una vez que lo asumes, todo el resto es ganancia neta.

Friday, February 04, 2005

Llegar a los Diecisiete


Coky Posted by Hello
Nunca pensé que llegaría a los 17… No hablo sólo de mí (que llegué a y los pasé hace muuuuucho rato), sino de quien me devolvió las ganas de seguir en este mundo, pese a lo negro que tantas veces se ve.
A muchos de Uds. les va a parecer ridículo, pero la verdad es que si bien la vida me la dieron mis padres, fue Coky, mi perro, el que está a punto de cumplir 17 años, quien me la salvó.
No contaré detalles. Simplemente –a modo de homenaje- quiero compartir una foto de quien me devolvió las fuerzas y la alegría perdida en algún rincón de mi adolescencia.

Wednesday, February 02, 2005

Ad Hoc!

Recién me enteré que los versos de una canción que últimamente volvió al ranking de mis “melodías mentales” es del famosísimo argentino, Facundo Cabral. Recuerdo que mi papi (eterno simpatizante de la cultura trasandina) la hacia más fuerte cada vez que la tocaban en la radio.

La estrofa que ha estado sonando en mi cabeza es ésa que dice más o menos así:

“No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
e identidad”


Ahora, el porqué ha vuelto a mi repertorio mental NO tiene nada que ver con las clases de tango, ni con mis amigos argentinos de Vancouver, sino con un hecho mucho menos romántico y bastante patético, a decir verdad.

Trataré de hacer el cuento corto. Hace más de 6 semanas (principios de diciembre) decidí renovar mi VISA canadiense. Tengo un permiso de trabajo, pero si quiero salir del país, no puedo volver a entrar sin la bendita VISA. Hasta entonces, no tenía intenciones de viajar fuera de Canadá, sino hasta que regresara a Chile. Pero la nostalgia y otras cosillas me motivaron a renovarla.

Así las cosas, junté los documentos, pagué los impuestos correspondientes y envié todo, pasaporte incluido, al Consulado de Canadá en Seattle (no se puede renovar dentro del mismo país). Pasado el mes, me entraron los nervios. Nunca se habían demorado tanto en contestarme, menos con un trámite tan sencillo. Revisé el estado del envío de mi carta en el sitio Web de Canada Post y salía entregado el 10 de diciembre. Así es que decidí llamar a Seattle.

Luego de pasearme por varios anexos y hasta solicitarme un fax, me dieron la insólita respuesta: No saben de qué les estoy hablando. No tienen ningún documento mío y niegan haber recibido el sobre. Canada Post tiene el recibo timbrado por el Consulado canadiense (lo que les envié por fax) y ni con eso han avanzado en las averiguaciones.

En el Consulado chileno de Vancouver, en tanto, no supieron ayudarme (¡qué más podía esperar, si cada vez que llega un chileno a preguntarles algo relativo a estudios o a vivir en Vancouver, lo mandan a hablar conmigo, porque ellos no tienen “información actualizada”!)

Lo más trágico de las respuestas oficiales es que ambos consulados coinciden en que:
a) No puedo salir de Canadá sin pasaporte
b) No puedo entrar a Chile sin pasaporte
c) No puedo quedarme en Canadá más allá del vencimiento de mi VISA de trabajo (junio), a menos que la renueve, pero:
d) No puedo renovarla si no tengo pasaporte.

Sé que los canadienses se las arreglarán para sacarme de aquí llegado el momento (Ya saben:¡un inmigrante menos!). Pero, por mientras, “no soy de aquí ni soy de allá.”

Quizás ni siquiera existo en el Cyberespacio.




Y deambulan por este blog:

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