A pedido del público
Varias personas me han preguntado “qué onda” con la historia de la viejita: que si estoy bromeando o sí me pasó algo de verdad; que quién es; que cómo; que dónde, que cuándo...Ufff!!! Se nota que tengo muchos amigos periodistas.
Así es que mejor procedo a resumir la anécdota aquí.
Hace exactamente un mes me encontraba en la cola del supermercado comprando cualquier tontera (posiblemente chocolates o bebida o queso, mi otra debilidad) cuando me percaté que, delante de mí, había una señora bien chistosa. Toda maquillada y llena de joyas de oro, esta “dama” llevaba dos carros llenos de cosas absolutamente gourmet y fuera de lo común (Léase: no papel higiénico, ni pasta, ni nada de lo que compraría un cliente común. Más bien tenía como 8 tipos de queso distintos, panes gourmet, crackers, trufas, camarones y cosas por el estilo). Cuando llegó el momento de pagar le preguntaron si tenia la Safeway Card, con la que te hacen descuentos en los productos que aparecen en oferta. Como dijo que no, en un arranque de generosidad que no sé de dónde me viene a veces, le ofrecí usar la mía. "¡Hay, pero que amable!," me dijo y empezamos a conversar primero en inglés obviamente, pero apenas supo que soy de Chile seguimos en español, ya que ella resultó ser costarricense.
Llovía a cántaros, por lo que esta señora me ofreció llevarme en auto a casa. Tras dudarlo unos segundos, acepté encantada y hasta le cargué un par de bolsas (el carrito se lo llevaba el niño del supermercado). Cuando llegamos al estacionamiento vi que el "auto” era, en realidad, una limosina... y con chofer. ¡Ya me había parecido que usaba demasiadas joyas de oro como para ser una turista o dueña de casa estándar! Pero mi sopresa fue mayor cuando me enteré que ella era, ni más ni menos, que la esposa de Tomás Dueñas, el embajador de Costa Rica en Estados Unidos.
Con mi problema del pasaporte desaparecido pensé en ella, pero no quería molestarla. Hasta que empecé a dar todo por perdido y decidí comunicarme. Al tercer intento, me devolvió el llamado. Le conté lo que me pasaba y me dijo que iba a contactarse personalmente al consulado canadiense en Seattle.
En menos de 24 horas, "aparecieron" mis documentos.
Y esa es la historia.
¿Quién dijo que tengo suerte?
Así es que mejor procedo a resumir la anécdota aquí.
Hace exactamente un mes me encontraba en la cola del supermercado comprando cualquier tontera (posiblemente chocolates o bebida o queso, mi otra debilidad) cuando me percaté que, delante de mí, había una señora bien chistosa. Toda maquillada y llena de joyas de oro, esta “dama” llevaba dos carros llenos de cosas absolutamente gourmet y fuera de lo común (Léase: no papel higiénico, ni pasta, ni nada de lo que compraría un cliente común. Más bien tenía como 8 tipos de queso distintos, panes gourmet, crackers, trufas, camarones y cosas por el estilo). Cuando llegó el momento de pagar le preguntaron si tenia la Safeway Card, con la que te hacen descuentos en los productos que aparecen en oferta. Como dijo que no, en un arranque de generosidad que no sé de dónde me viene a veces, le ofrecí usar la mía. "¡Hay, pero que amable!," me dijo y empezamos a conversar primero en inglés obviamente, pero apenas supo que soy de Chile seguimos en español, ya que ella resultó ser costarricense.
Llovía a cántaros, por lo que esta señora me ofreció llevarme en auto a casa. Tras dudarlo unos segundos, acepté encantada y hasta le cargué un par de bolsas (el carrito se lo llevaba el niño del supermercado). Cuando llegamos al estacionamiento vi que el "auto” era, en realidad, una limosina... y con chofer. ¡Ya me había parecido que usaba demasiadas joyas de oro como para ser una turista o dueña de casa estándar! Pero mi sopresa fue mayor cuando me enteré que ella era, ni más ni menos, que la esposa de Tomás Dueñas, el embajador de Costa Rica en Estados Unidos.
Con mi problema del pasaporte desaparecido pensé en ella, pero no quería molestarla. Hasta que empecé a dar todo por perdido y decidí comunicarme. Al tercer intento, me devolvió el llamado. Le conté lo que me pasaba y me dijo que iba a contactarse personalmente al consulado canadiense en Seattle.
En menos de 24 horas, "aparecieron" mis documentos.
Y esa es la historia.
¿Quién dijo que tengo suerte?
6 Comments:
Solo a ti te podia pasar!
Y, vuelves a Chile o no?
Rafa
niña por diossssssssssssss... vaya "cuevaso".... y a qué supermercado vas a comparar tú que te encuentras con el jet set...??
adeuuuuuuuuuuu
Dos comentarios...¿quién dijo que los periodistas eramos copuchentos? ¿Ah? Que calumnia...y segundo ¿Ceciliña comprando chocolates? Otra calumnia. El vicio del queso no te lo conocía ¿Qué pasó con el maní japonés?. Que recuerdos...
Yo compro en un supermercado común y corriente. Lo que no sé es qué estaba haciendo la esposa de un embajador en un supermercado!!!
Será su propia interpretación de “turismo aventura” en Canadá ;-)
¿No te acordabas de mi afición por el queso? ¿Y qué del Pao de Queijo de Buzios y Río?
El maní japonés lo reemplacé por cualquier maní que pueda encontrar y costear (estoy menos exigente en la materia como ves)
Y, a propósito de recuerdos y de Japón, muchos saludos te envía “Takanaka” ;-)
Takanaka!!!!! Tantos años que no lo recordaba...del pan de queso me acuerdo perfecto. Que vicio La Casa del Pao de Queijo. Y el mani japonés, la próxima vez que lo probemos será en Buzios. Viaje conmemorativo.
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