Cyberceci in Vancouverland

What am I still doing here? Read and find out...

Name:
Location: Vancouver, British Columbia, Canada

I studied Journalism in Chile and have a Master of Journalism at The University of British Columbia (UBC), Canada. My dream? To be the first correspondent on the moon, where I plan to go as soon as I can.

Monday, November 29, 2004

Pensamientos de ociosa

Ahora sí que me van a tildar de malagradecida o “mala chilena,” pero no puedo evitar escribir lo que, de tiempo en tiempo, me llena la mente: Por qué me quiero quedar en Canadá?

Aunque ahora tengo razones más poderosas que nunca, hay muchas otras cosas, difíciles de articular y resumir.

Recuerdo, por ejemplo, aquel leve crujido de risa que culminó en carcajada nacional. Me parece que fue al principio del verano del 1997: en una crónica de La Tercera, el periodista Juan Andrés Guzmán denunciaba la infinita tontería de la nueva clase "aspiracional", que por entonces los departamentos de marketing habían puesto de moda.

Bueno, los aspiracionales, cuando no podían poseer algunos objetos o disfrutar de ciertos signos de status, los simulaban o quizás mejor los inventaban. Así, se pudo ver en la rotonda Pérez Zujovic a un ciudadano al volante, concentrado en una comunicación telefónica a través de su celular de palo; a amantes padres de familia regalando camisetas de la Universidad Católica a sus hijos que lloraban por una del Colo Colo; a compradores de supermercados que llenaban copiosamente de productos su carro, para abandonarlo después clandestinamente en algún rincón; a villas ubicadas en terrenos de clase media-media, llamándose Nueva Dehesa o Nuevo Lo Curro; a gente que cerraba, a treinta grados ambiente, las ventanillas de su auto para dar la impresión de que gozaban a su interior de aire acondicionado.

Más tarde, algunos anticuarios informaron sobre la creciente demanda de viejas fotografías de época, con personajes cargados de sedas y fracs, que pasaban a oficiar de abuelos y bisabuelos de los felices compradores. Desde luego, la adquisición de muebles de estilo o de adornos domésticos antiguos respondía muchas veces al deseo de sus nuevos propietarios de mostrarlos como si fuesen bienes heredados de familia.

Pero todavía resulta más reveladora la falsificación sistemática que se perpetraba contra la propia biografía. Más que mentir claramente, como a veces se hace, el intento consistía en maquillar el currículum, arreglando datos, adornando antecedentes, interviniéndolo como si se tratase de una fotografía o una imagen virtual. Demasiado conocidas son las técnicas empleadas: declaración de un falso domicilio o número de teléfono para no delatar una ubicación desacreditada; eventual ocultamiento del lugar de origen; invención de viajes y hobbies; atribución de dudosos cartones académicos.

Desde luego, en la conversación y en el trato social siguen abundando las sutiles exageraciones sobre estudios y trabajos, las pistas falsas sobre antecedentes familiares, colegios, prestigiosos contactos.

Estos hechos exigen una explicación. Recuerdo la que me dio, con melancólico sarcasmo, el editor de una importante publicación nacional, cuando yo recién incursionaba en el mundo periodístico: "El gran sueño de los chilenos -me dijo- que cruza todos los estratos de la población, es ser cualquier cosa, excepto lo que son".

Pero creo que los "aspiracionales" se están comenzando a cansar del juego. Un viento de transparencia está circulando por los habitáculos nacionales. Ya hay mucha más gente que en el censo se declara mapuche, agnóstica o sin microondas. Se ha producido también un cierto destape mediático en busca de la memoria. Son signos, aún débiles, que intentan poner luz en la persistente opacidad nacional de cada día. La misma que me mantiene pensando en la manera de quedarme en Vancouverland.

Sunday, November 28, 2004

Hablando en chileno

Mientras más tiempo comparto con amigos latinos, más risa me da darme cuenta la forma, digamos “especial” en que hablamos los chilenos. Cierto es que novelamos menos mal de lo que se dice en los círculos de la crítica hermética, y no va siendo menos verdad que jugamos con las palabras con cierta gracia natural. Esta característica asoma cuando ganamos en el fútbol o se aproxima un día de celebración, conmemoración o recuerdo (elija el término apropiado según su empatía: no hay acuerdo posible entre nosotros).

Otra manera de ser chileno es “vibrar” y “temblar” cuando de emociones se trata. Entonces decimos lo que sentimos en un español rimbombante y facundo. Un fetichismo retórico recorre nuestra sangre y nos azotan vientos expresionistas, arquitecturas espontáneas del decir, y en alas de una vocación poético delirante nos convertimos en hijos de Góngora, hablando la lengua en un dialecto incomprensible. No tengo explicación de por qué nos ocurre tal entusiasmo enajenado, pero no decimos las cosas por su nombre y muchos creen alhajar la lengua utilizando las palabras más feas que ofrece el español.


Por ahí leí que Keyserling se fue de Chile diciendo que amábamos lo feo. Y cuando leo palabras como "nosocomio", términos tales como "flujo vehicular" y otros primores periodísticos, pienso que el conde tenía algo de razón. Pero hay cosas peores. Como lo que me cuenta mi hermana: que ayer no más un carabinero explicó por televisión que "el accidente ocurrió cuando el occiso se puso de pie junto a la quebrada y cayó". Se veía contento. Le corría el sudor por el rostro, se le notaba el esfuerzo al amigo en mi camino. Entenderle, bueno, no exageremos, pero el telespectador chileno comprendía que el carabinero no quiso decir lo que había dicho porque de haberse puesto de pie el muerto, hablaríamos de resurrección. Decía lo contrario y todos entendimos. Es hábito chileno del Manual de Carreño arreglar en la cabeza los dichos del prójimo.

Por ello creo que el estrés de la población no sólo es culpa de la movilización colectiva, la hepatitis, los asaltos, el precio de la bencina y otros inconvenientes. Mucho se debe a la traducción sistemática a que nos obliga nuestra habla imperfecta. El chileno engulle términos que luego lanza muy suelto de cuerpo. Esto, por cierto, proviene de la no lectura y de una sorprendente capacidad de “choro” y para repetir sin comprender lo que le suena bien.

Además de poseer una memoria extraordinaria, el chileno adivina la lengua. La arma a su manera. Multitudes "dentran", encienden la "chimenea", "embriagan" con el embrague, que con el vino no me meto, se ponen "la chaleca", "destornudan" y una mujer casi me mata al contarme que en su población todos andaban mal por el asunto del suicidio, "todos andan detrás del suicidio para conseguir la casa propia", me explicó. Una niñita, en el policlínico, al ver a la enfermera jeringa en mano: "¿Me van a hacer un examen de harina?"

Así las cosas, leo a José Joaquín Vallejo y casi lo escucho como si estuviera a mi lado. "Es cierto que la Europa tiene lindezas y milagros que nos llaman. Vámonos allá antes que la vejez nos eche sus grillos". En otra cuenta que ha "ferrocarrileado". En un artículo enviado desde Copiapó expone su teoría de los Huevos de Ley, que no son otra cosa que las leyes que proponen los señores diputados en el hemiciclo y luego se olvidan de empollar. Propone tener unos cuantos diputados cluecos, a los que se obligue a empollar las leyes que otros van depositando a lo largo del período legislativo. Servirían por turno. Es una idea.

En 1850, un 21 de abril, le escribe a Manuel Antonio Tocornal:

"Querido amigo: Al fin el diablo cargó conmigo. Jotabeche se casa con su sobrina Zoila, si el obispo de La Serena les perdona el ser uno hijo y la otra nieta del viejo más querido que tengo en el cielo.

Pasaré con mi mujer en Santiago todo el período legislativo con menos frío que el invierno anterior
".

Y se despide "Tu Vallejo".

Esta liviandad de escritura, el aire provinciano y socarrón, el ingenio al servicio de una comunicación verdadera y llana es lo que salva a José Joaquín Vallejo de la necedad y la cursilería.

Pero abramos el hoyo de ozono un poco más. Este país nada de tonto de pronto se nos está llenando de una lengua de utilería, de un cursilismo a toda prueba, de una terrible falta de imaginación.

Sospecho que haberle cargado tanto la mano en la divulgación de noticias a los políticos y las estrellas (no precisamente del cielo), es la causa de este torbellino caótico. Los políticos actuales, con prudentes excepciones, hablan mal. Las estrellitas no hablan, aunque, como dice la juventud "se la creen". El país observa en estado letárgico edematoso la carga de tontería que le infligen los "medios de comunicación" y, como ya estamos a fin de año, los adolescentes se preparan para dar una prueba que no saben en qué consiste sobre sus conocimientos quiméricos.

¿Y qué fue? Así nos veo. ¿Cachai?

Wednesday, November 24, 2004


Hoy me bajó la nostalgia... Y encontré esta foto de mi lugar favorito: El Parque Forestal en Otoño. Posted by Hello

“La Cruel” se quedó cesante


Lost in La Habana? I hope no! Posted by Hello

La Cruel,” así me bautizó Bob, uno de los ya varios estudiantes de español que he tenido en Vancouver, pero uno de los pocos a quienes voy a echar de menos. Cualquiera que me conoce bien podrá imaginar que nunca hice gran cosa para merecerme el apodo de “La Cruel”, salvo intentar enseñarle lo más posible para que pudiera disfrutar de su viaje a Cuba y obligarlo a retomar la clase tras cada uno de sus disvareos (que eran millones).

Fue divertido tener a Bob como alumno. En los casi nueve meses de clases que compartimos, pasó de ser el estudiante que me sacaba frecuentemente de quicio con su desconcentración e interminables conversaciones extraprogramáticas (de música, sus viajes a Alemania e Indonesia, su ex esposa, su hija, etc.) a ser casi, casi un amigo.

Bob me adoptó de hija y psicóloga. Junto con contarme sus problemas y confidenciarme las causas de muchos de ellos, se permitió darme consejos, recomendarme películas, regalarme un par de chocolates cuando supo que son mi adicción, presentarme al gran amor de su vida (su hija Anna) y “tirarme las orejas” cada vez que se daba cuenta que no estaba cuidándome como debía, ya sea durmiendo poco, trabajando mucho o comiendo inadecuadamente.

Muchas veces me sentí mal por cobrarle la clase, ya que no sólo habíamos conversado mucho, sino que le había repetido lo de la clase anterior (las diferencias entre “ser” y “estar” lo tuvieron sudando como un mes). Pero también es cierto que siempre redondié las horas a su favor (una hora y 15 minutos eran una hora y así) y también le dediqué harto tiempo extra, preparándole ejercicios y “tareas.”

Sí, fue divertido ser la profe de Bob, quien en estos momentos (espero) debe estar aplicando lo que aprendió conmigo por las calles de La Habana. Suerte Bob!

El dibujo: La tarjeta de agradecimiento que me envió antes de irse.

Monday, November 22, 2004

Bolívar descansa en paz

Lo más cercano a mi familia. Así de fuerte y verdadera siento la relación que se ha establecido entre los estudiantes latinos que viven y estudian en Vancouver. Aunque en un principio me costo detectarlos, principalmente porque en Periodismo el 95% de mis compañeros era canadiense o de otro país de habla inglesa, poco a poco nos fuimos descubriendo y transformando en buenos amigos. Es cierto que la escasez de tiempo libre juega en contra, como también lo hace el hecho de que a veces se armen mini grupos, del estilo “casados con hijos” versus “solteros y parejas sin hijos,” pero diría que los momentos más alegres y relajados de mi estada en Canadá los he pasado con ellos. Si no es un café, es el cine, una cerveza, una comida o a bailar. Excusas no faltan, ni manos dispuestas a ayudarte tampoco. Típico es, por ejemplo, que se corra la voz de que a Perico lo vienen a ver de Chile o que Palotes se va a visitar a la familia. Y los encargos (léase “cachos”) no tardan ni un segundo en surgir. Lo más a sombroso es que son los propios viajeros o visitados quienes informan al resto y quienes no tienen ningún problema de hacerte un espacio razonable en la maleta para que envíes o recibas un engañito.

También es impagable el reencontrarse con la picardía y los dichos que te hacen sentir en casa y reír juntos de algo que a los canadienses les parece normal, pero que a nosotros nos resulta un tanto (o muy) ridículo. Por ejemplo, que el conductor del bus use gorro de Viejo Pascuero durante Diciembre o que en todas partes te reciban con una tremenda sonrisa, entablen conversa y te deseen un “great day,” así sea que las calles estén como río de tanto que llueve y la luz del día se vaya a las 4:30 p.m.

Pero, sin duda, lo que más me gusta es lo mucho que se aprende y se disfruta al compartir con la diversidad de latinos de UBC. Mi pasatiempo favorito es escuchar los distintos acentos, comparar palabras y reírnos juntos de los malentendidos que se generan, especialmente cuando cada uno usa un término diferente para referirse a un determinado objeto (casos típicos: frutas, verduras y medios de transporte) y tenemos que terminar nombrándolo en inglés para asegurarnos que estamos hablando lo mismo.

Que a veces salen bromas tipo “el nuestro es el verdadero Pisco” (conversación entre mi amigo chileno Francisco y su mejor amigo, Javier, de Perú) o que a mi mejor amiga latina, Claudia (de Bolivia) no le parezca muy atinado que a mí me haya dado tanta risa saber que el día de mi cumpleaños es el “Día del Mar” en su país, son cosas puntuales. Anécdotas. Pequeñas cosas que, al fin y al cabo, nos hacen sentirnos más unidos... Y aunque no todos compartan este punto de vista, estoy segura que al menos Simón Bolívar debe estar sonriendo.

Thursday, November 18, 2004

Sigue el misterio: ¿Qué hacen los canadienses?

"Oye, Ceci, ¿qué hacen los canadienses?," me preguntaron Pía y Alejandra, dos chilenas que estuvieron durante el verano en Vancouver, para estudiar inglés. "¿Cómo qué hacen?" pregunté yo de vuelta. "O sea, de qué viven," respondieron a coro, "mira que a la hora que pasamos, las playas están repletas y hay gente en los parques trotando, paseando perros, leyendo o conversando un café," me aclararon a coro. Y sonreí.

Sí, sonreí, porque ésa fue la misma pregunta que me vino a la mente cuando llegué acá, hace casi dos años. ¿De qué vive esta gente que parece pasar el día completo haciendo cualquier cosa, excepto trabajar? Y el tiempo me mostró la respuesta...

En primer lugar, la mayor parte de los canadienses, al menos acá en Vancouver, trabaja de 8:30 a 4:00 o de 9:00 a 5:00. Nada más. Olvídense de quedarse hasta las 7:30 u 8:00 PM en la oficina. Eso no pasa, a no ser que sea un caso excepcional.

Segundo, muchos llevan zapatillas, short y polera al trabajo, de modo que si llegan a sentirse estresados o "estancados" con lo que están haciendo, salen a trotar por unos 45 minutos a una hora y así vuelven "renovados."

Algunos acostumbran a aprovechar la hora de almuerzo para esto. Una hora que, como ya expliqué en una columna anterior, prácticamente no existe. El almuerzo puede ser un sándwich, un yogurt o una "sopa para uno" en invierno. Además, nadie pone problemas o mira feo si comes en el trabajo, sea el que sea, desde el gerente hasta la recepcionista. De hecho, no es raro que llegues a una reunión o vayas al banco y te reciban con la boca llena, sea la hora que sea. O que en plena clase, tu compañero de curso saque un bowl con tallarines u otra comida y se lo sirva ahí, delante de todos, profesor incluído. En suma, a los canadienses no les aproblema "perder" o "saltarse" el almuerzo, como nos pasa a la mayoría de los latinos (mi familia y, sobre todo yo, encabezando la lista).

Tercero, las actividades extraprogramáticas son prioridad en este país, especialmente si están asociadas al deporte. En invierno, la gente va a las montañas cercanas a practicar esquí o snowboard después del trabajo. Eso, sin contar los gimnasios y clases de baile varias que puedes encontrar. En verano, la regla es: de la oficina a la playa. Y de ahí, al pub por una cerveza helada y cena.

Para los estudiantes es más complicado. Como en todo el mundo, por una mezcla de falta de tiempo y escasez de dinero. Pero igual nos las arreglamos para jugar hockey, fútbol, bolleyball o practicar natación durante la semana.

También se carretea harto. Pero de manera diferente. Muuuuuuuy diferente. Acá el "carrete" no interrumpe el estudio. Me explico: las discos abren a las 7:00 PM u 8:00 PM. A las 10:30 PM la fiesta está en su máximo apogeo. Y a las 12:00 son pocos los que quedan, a no ser que sea una salsoteca (donde la gente, en su mayoría latinos, se va cerca de las 2:00 am.). O a menos que sea víspera de feriado o sábado por la noche, cuando los locales están autorizados a cerrar a las 4:00 am. Claro que, como la venta de alcohol cesa a las 2:00 am., son pocos los que se quedan mucho más después de eso. Como resultado de esta política, te lo has bailado y tomado todo antes de la 1:00 AM, lo cual implica que, a más tardar a las 2:00 AM, estarás en casa, durmiendo. Ejem, bueno, digamos "en casa." Así, al día siguiente, te despiertas como cualquier día, quizás un poco más tarde (a las 9:30 en lugar de las 7:30) y no pierdes el día, como nos pasa en Chile.

La gran diferencia entre como las personas administran su tiempo en Canadá y Chile, es que acá la gente trabaja para vivir y no viceversa. Lo que es más importante aún: lo que ganan les alcanza para vivir una vida decente, sin tener que matarse trabajando. Es una de las ventajas de los países desarrollados. Pero también es un tema de cultura. Es privilegiar calidad de vida y felicidad por sobre cosas materiales y el estúpido status que tantos sudan por conseguir y mantener en países como el nuestro.

Wednesday, November 17, 2004

Online news moving from Free to Fee

Are Canadians and users in general ready to pay for online content? *

Why would somebody pay for something they can get for free? It was the barrier marketers overcame with Cable TV and it’s the same question Canada.com had to face when it decided to charge for online content.

After years of financial losses, news sites are putting an end to the era of free access to online news. The largest newspaper firm in the country — CanWest — has started to charge subscription fees for the use of online news. A major TV Network and online news site have also joined the fee for service bandwagon.

This March, the Vancouver Sun started charging users for news from its re-designed website. CTV.ca and Canoe.ca plan to do the same before summer.

The long term question is will this move help Canadian news outlets turn a new medium into a profit centre — as audiences for traditional media are declining.

In the short term, Canadian newspapers and TV stations are mired in a thorny debate about just how to implement a user pay model that works.

Montreal newspaper La Presse was Canada’s pioneer in this area. In March 2002, La Presse pulled the plug on its free news site and launched an electronic edition available to paid subscribers alongside a scaled-down free web presence.

Soon after, Canada.com, which is owned by CanWest Global, started requiring visitors to register for select content from the National Post and the Ottawa Citizen. Registration was compulsory for reading the electronic editions of those papers, which are exact online replicas of print versions emailed to subscribers every day.

“Registration is a vital step in building a marketing platform that allows managers to profile users,” says online media specialist Kevin Kawamoto. “The idea is to know your visitors very well, so you can then sell them content and services and attract more advertising.”

Canadian outlets aren’t forthcoming about their results, but that’s exactly what happened after the Washington Post introduced user registration last February. “Without question, registration has been an important contributor to the success of online advertising at washingtonpost.com,” says Washington Post Newsweek Interactive (WPNI) CEO and publisher Caroline Little. She says the company’s revenues from local and national advertising has grown, but declined to reveal figures.

Currently, most Canadian outlets require user registration to see selected content. Under this structure, some content is kept open, with no sign-on requirement. If visitors don’t stray beyond the confines of the free information, they aren’t asked to register.

But increasingly, Canada.com users are being asked to do more than register. The Vancouver Sun is one of the latest papers to start charging a subscription fee for its electronic newspaper. The strategy, says editorial director of CanWest Interactive (the company that owns Canada.com), Tom Doyle, has proven to be successful. He says they are not only getting more ads, but the number of visitors has increased exponentially.

News sites also plan to roll out new services and content that will require users to pay. They are considering charges for exclusive news and financial analysis, text messaging headline news to cell phone users and other services like online personals.

Experts such as Julian Sher, founder of JournalismNet.org, foresee an increase in the number of paid services in the next few months. They warn, though, that users don’t like paying for general online news.

Mark Sikstrom, executive producer of CTV Newsnet/CTV.ca, shares this idea. He believes there are too many free news alternatives Canadians can access to make a harsh subscription model work at this time. He believes in a combination of free and paid content. That is why CTV plans to offer a live video stream of CTV Newsnet this year on a subscription only basis.

The key, say experts, is to charge for specific information, such as financial advice or exclusive content. “The more specialized the content on the site, the more likely the subscription model will succeed,” says Sher.

A good example is the Globe and Mail website. GlobeandMail.com allows visitors to access general content for free, but they need to pay for specific financial information, provided exclusively by globeinvestorGOLD.com.

Angus Frame, editor of GlobeandMail.com, says globeinvestorGOLD.com is a special site designed to meet the needs of high-end investors. It costs $9.95 per month to subscribe and has been available for more than two years. The site features some high-end analytical tools that allow people to manage their portfolios and make investment decisions. Subscribers also have exclusive access to investment advice columns by industry professionals.

The Globe is one of the exceptions. So far, profits have been elusive for most online publishers, says John V. Pavlik, senior research associate of the Institute for Learning Technologies at Columbia University. “With the exception of adult-oriented sites, the majority of the Web sites operate at a loss,” he says.

Even without the costs of distribution, Pavlik says online versions of magazines (“e-zines”), newspapers and broadcasters have struggled to find the road to profitability. “This situation is beginning to change, but it doesn’t mean news websites have found the right formula to be financially sustainable.”

Their challenge, says Pavlik, is to build a strategy that expands the online business without any adverse effects on the print version of the same publication, or its radio or TV stations’ ratings, if they are part of the same organization.

In the meantime, users will have to get used to shelling out personal information or even money to access news online. “But if they don’t find an extra value in what they are getting, the situation won’t last long.”

* This article was originally published on The Thunderbird

Monday, November 15, 2004

El resumen de mi Tesis de Magister

http://www.journalism.ubc.ca/research/2004/07.html

Lección Aprendida

Todo lo que diga en esta columna puede ser y será utilizado en mi contra. Lo sé. Lo tengo claro. Me parece estar escuchando a mi familia: "Ah, no! Ahora sí que se volvió hippie!." O me imagino a los vecinos, comentando: "Siempre fue rara esa niñita". Y a mis amigos, sentenciando: "Pobre Ceci, la soledad y el ambiente canadiense le están haciendo rallar la papa heavy"…

¿Por qué? Porque me atrevo a confesar que los profesores a quienes más admiro en UBC y sobre quienes quiero referirme hoy, son una hippie de los '60, de faldas largas, cero maquillaje, flor en el pelo y corazón de abuelita, y un ex alcohólico, capaz de llorar y reír frente a los alumnos e, incluso, carretear con nosotros, sin ninguna dosis de vergüenza o sentido del ridículo.

Claro, puesto así, hasta yo me asustaría un poco al leer este artículo. Pero la verdad es que ambos profesores marcaron un hito en mi vida de estudiante y como ser humano en general.

A ninguno de ellos los conocí en el Master en Periodismo, sino que gracias a los créditos que nos obligan a tomar fuera de la carrera. Pero con ambos tuve, lejos, las mejores clases que he recibido acá en Canadá.

Mi mentalidad cuadrada, de sistema educacional conservador, casi me hace perder la oportunidad de haber sido alumna de estos profes excepcionales. De hecho, cuando asistí a la primera clase de Lynn Fels, doctorada en educación y editora de "Educational Insights" (la publicación académica más importante de Norteamérica en materia educativa), no me pareció muy genial que digamos.

Creo que me asusté, porque -por ejemplo- cuando pregunté por el programa para ver los contenidos y objetivos del curso, me miró sonriente y dijo: "En este curso no hay estructuras, los contenidos van a 'emerger' producto de nuestras reflexiones conjuntas."

Mi temor se transformó en pánico cuando la carismática hippie agregó: "Lo importante es que seamos efectivamente capaces de aportar a este proceso creativo y que cada uno esté satisfecho con su contribución." O sea, ¿cómo iba a estar contenta con mi contribución si no sabía qué era lo que se esperaba de mí, ni de qué se trataba el curso? Más encima, la profe agregó que tampoco habrían evaluaciones. "La nota se la ponen ustedes mismos, al final del trimestre".

Mi compañero chinito (Fox), que era el más flojo de los flojos que he conocido en mi vida, no cabía en sí de la alegría. No dejo de darme las gracias por haberle recomendado este curso como en tres días, tras lo cual anunció que nos veríamos a fin del trimestre, cuando fuera a entregar su autoevaluación con una A+ (la nota máxima), porque no pensaba ir más. Con ese comentario terminé de convencerme que el curso iba a ser "una chacra." Incluso hablé con Angela, mi hermana, consejera, psicóloga y amiga, para contarle que iba a tener que buscarme otro curso.
Pero, gracias a su inmensa sabiduría y a mi buena suerte, decidí quedarme con la hippie, cuyo curso resultó no sólo estimulante e intelectualmente exigente, sino que súper entretenido.
Era tal el entusiasmo que ella logró despertar en los alumnos, que hasta el flojo de mi compañero chino se motivaba a leer cosas por su cuenta, participar en los debates y buscar material extra, sin ningún tipo de presión. Lynn tenia razón, los contenidos "emergieron", llenando nuestro universo de innovadores conceptos, que espero poder aplicar algún día en Chile, cuando cumpla mi sueño de enseñar en una universidad.

El otro profe que nunca olvidaré es Kurt Grimm. También PhD, pero en Ciencias Oceánicas y de la Tierra. Kurt debutó en su primera clase con un llanto sincero, prolongado e impactante, que nos dejó a todos helados y a unos cuantos provocó lágrimas. Nadie se rió, ni comentó más tarde "lo ridículo" que había sido el "viejo", como supongo pasaría en Chile. No. Acá se respetó y agradeció la expresión de sentimientos, mientras Kurt nos explicaba los objetivos del curso enfocado en el desarrollo sustentable de la humanidad, desde un punto de vista interdisciplinario, que incorpora aspectos sociales y hasta espirituales. Kurt lloró cuando se refería a los daños irreparables que los seres humanos hemos causado al medioambiente y de cómo el no quería ese mundo para sus dos pequeños hijos, uno de los cuales había nacido el día anterior a nuestra primera clase. ¡Ídolo!

Bajo su orientación, participamos en clases prácticas con comunidades indígenas, donde intentamos aplicar las ideas de ecología profunda que Kurt nos entregó en la parte teórica del curso. Fue súper interesante ver cómo todos quienes tomamos ese curso el verano pasado (2003) aún seguimos participando en forma directa o indirecta y absolutamente voluntaria, de actividades relacionadas con el desarrollo de un conocimiento más amplio y profundo de la Tierra y los sistemas vivientes, a través de trabajos voluntarios con distintas comunidades.
Una vez le pregunté a Kurt y a Lynn cual creían ellos era la clave de su éxito como educadores. Y, no muy sorprendentemente, ambos me respondieron lo mismo: "La importante es saber escuchar y observar, no sólo con la mente, sino también y - principalmente- con tu corazón." Y ¿saben qué? Creo que aprendí la lección.

Friday, November 12, 2004

News flash

Love ain't easy

Wednesday, November 10, 2004


The crazy house where I live Posted by Hello


With Cathleen in Halloween Posted by Hello

Canadians: I’m lovin’ em

I am not Canadian, but since I found out the many wonderful, weird and sometimes dubious contributions to humankind they have made, I want to be one of them. Moreover, every now and then, I act like a Canadian. I mean, like a real one. In winter, for example, I never go out without my toque. Right now, I’m eating a Nanaimo bar and drinking Ginger Ale while writing this article. And I even understand what they mean when they say something like: “Hey..eh..cmon eh hoser! y'know take off!! EH??umm err well hey ok eh!”

What? You don’t know what that means? You do, but you are not really sure? Uh…You better keep reading then! (Refer especially to the “What you REALLY need to know, but you won’t find in any orientation session” sidebar)
Ginger Ale and Nanaimo bars are just a couple of the many gifts Canadians have given to the world. Really, can you imagine how would the life be without green garbage bags, zippers, margarine and multiplex movie theatres?Were it not for Canadians, the world would be devoid of paint rollers, snowmobiles and five-pin bowling.
There would be no electric organ, green ink or Nanaimo bars. Yes, the recipe for that treat does come from the British Columbian town of the same name.
Without Canada, time as we know it would end. Sir Sanford Fleming, a Scottish immigrant to the New World, devised the world's 24-zone standard time system.

“Canadians aren't boring in the least,” says Will Ferguson, award-winning author of “Canadian History for Dummies” and “Why I Hate Canadians.”

Canadians are diverse, eclectic and eccentric, he says. And pragmatic. Rather than wither in the winter cold, Canadians pulled colourful toques down over their ears and invented snowmobiles, the electric car heater and the snowblower.Big small townCanada’s name comes from the native words meaning big village -- much better than Efisga, Tuponia or Colonia. Those names were proposed for the motherland during debates on Confederation.It is arguably the most ethnically diverse country in the world. Canada has the highest population of Icelanders outside Iceland, the most Italians outside Italy and the second biggest Chinatown outside Chine (the first biggest is in San Francisco).


“It's such a culturally diverse and interesting country that has geography and history and people that come from every corner of the globe,” says Heritage Minister Sheila Copps. “That's what makes it really unique.” Well, unique is one way to put it…Each month, in each province, there is at least one report of a UFO. Of all the road accidents that occur in Canada, 0.3 per cent involves a moose! Moreover, a Calgary tour company offers a course in igloo building. Maybe such madness is what makes comedian Rick Mercer feel so lucky to be Canadian.“I just always feel . . . that we won the Lotto and anyone who was born in Canada or has come to Canada, you won the Lotto,” says Rick Mercer, star of CBC's hit comedies Made in Canada and This Hour Has 22 Minutes.“You know, Canadians don't take themselves that seriously, and quite often we're self-deprecating and that's a character trait I admire greatly in an individual and so I admire it in a nation,” says Mercer, who will spend Canada Day working on Made In Canada, albeit from a hammock in his back yard.Better than the Guinness’ RecordsCanadians may not take themselves seriously, but they do some seriously strange stuff. Canada holds the world record for the highest stunt freefall for a 1,100-foot plunge from the CN Tower.The world's oldest snowboarder hits the slopes in Canada. Wong Yui Hoi, of British Columbia, took up the sport at 75 according to the folks at Guinness.

Canadian Jack McKenzie, 77, is the oldest person to ski to the North Pole.Those months spent with scant daylight hiding from frostbite may go a long way to explain some other Canadian accomplishments. Canada boasts the longest gum wrapper chain in the world - 10,387 metres - according to the Guinness book of world records, and the most push-ups in an hour - 3,416.Canadians hold the record for pogo-stick jumping and the largest hug. They baked the world's largest cherry pie, made the world's largest block of cheese and hold the world kissing title for the most couples smooching simultaneously.

Maybe it's not cabin fever, but brain freeze. A 7-Eleven store in Winnipeg sells more Slurpees per capita than anywhere else in the world. Canadians eat more Kraft dinner and Albertans more Jello. Details were not available on the favoured flavour.Canadians have such an imagination they try to take credit for basketball and the telephone, says Ferguson.

“They'll claim the telephone as a Canadian invention. Alexander Graham Bell was born in Scotland, educated in Scotland and most of his research took place in Boston, but that doesn't matter because he lived in Canada,” Ferguson says.Yet, Canada claims basketball because James Naismith was born in Canada, although he came up with the sport while living in the U.S. However, there's no denying that Toronto's Joe Shuster was co-creator of that greatest of American heroes, Superman. And who else but the first nation of hockey could have invented Plexiglas, the goalie mask or the referee whistle?Since beer is practically a sport unto itself in Canada, Vancouver's Steve Pasjack came up with those built-in, tuck-away handles for beer cases in 1957. Women can blame Canada. Montreal's Canadelle company invented the push-up bra in 1964 and Dennis Colonello invented the abdominizer in 1984. Their greatest achievement? “I think Canada's greatest achievement is Canada, just the existence of this country, this wildly diverse, huge, rich, quirky, wonderful country,” Ferguson says. And I agree.

Quiero tener un millón de amigos

Multiculturalismo. Esa es la palabra que más a menudo escucho en Canadá. El respeto y aceptación por las minorías étnicas son evidentes. Y eso no sólo se refleja en que es posible encontrar programas de radio y televisión en mandarín, cantonés, español, japonés, italiano, punjabi, portugués e italiano. Sino también por la apertura y poca discriminación (aunque algo de eso hay) con que los canadienses tratan a la gran diversidad de extranjeros que estudiamos, trabajamos y vivimos acá.En Vancouver, sin embargo, la variedad racial no es mucha. De hecho, la población se divide en cuatro grandes grupos: asiáticos / orientales (principalmente chinos, japoneses y vietnamitas), indios, canadienses y el "resto", en ese orden.

En ese "resto" cabemos los latinos, en su mayoría mexicanos y colombianos, y uno que otro europeo, con los italianos a la cabeza. Por lo mismo, no me ha tocado tener compañeros de lugares muy diferentes. En periodismo, por ejemplo, aparte de dos estudiantes chinos y yo, el otro alumno extranjero es de Estados Unidos, lo cual es CASI como si fuera local. Y recalco el CASI porque no quiero ofender a ninguno de mis amigos canadienses.

Sin embargo, en algunas clases que he tomado fuera de periodismo, me ha tocado compartir con personas de más países. Y por cierto, eso se ha traducido en más anécdotas. Por ejemplo, recuerdo a Neena, una joven de Nepal con quien nos hicimos muy amigas. Ella estaba terminando su Master en Agronomía, cuando yo recién llegue a Vancouver y, por ende, la suponía mas adaptada a la cultura canadiense. Sin embargo, un día después de clases, me confidenció -entre lágrimas- que tendría que mentirle a su marido, quien la esperaba en Nepal.

Confieso que mi imaginación fabricó las historias más intrincadas en cuestión de segundos. Pero la realidad era mucho más simple y fome de lo que esperaba. Resulta que Neena estaba complicada porque no sabía cómo le iba a explicar a su marido que otros hombres la habían tocado. Y cuando digo tocado, no me refiero a nada que pase más allá de un apretón de manos o un ingenuo y poco apretado abrazo de cumpleaños. Me quedé sorprendida al constatar que, en pleno siglo 21, una mujer se sentía "pecadora" porque un hombre, distinto de su marido, la había abrazado fraternalmente u, ¡horror! la había invitado a tomar un té.
Aplicando mi mentalidad occidental/chilensis, le respondí a Neena que no se complicara, que simplemente no dijera nada... ¡Ahí sí que la embarré! Me miró con ojos desorbitados. Como si yo fuera de otro planeta. Y, acto seguido, me preguntó con tono indignado: "¿Estás insinuando que le MIENTA a mi esposo? "¡Quién me manda a abrir la boca!," pensé, al tiempo que trataba de explicarle que no estaba sugiriendo mentir, sino simplemente omitir. Que era algo tan sin importancia que no había necesidad de mencionarlo si eso iba a dañar la relación. Pero cada palabra que salía de mi boca parecía acentuar el surco en su frente. Finalmente me di por vencida. Realmente éramos de otro planeta.

Esa no es la única anécdota que he vivido. Por cierto hay muchas más. La otra que nunca voy a olvidar fue la que me pasó con mi compañero chino, "Fox." Un día que teníamos una presentación grupal, nos juntamos en un café para afinar detalles. Algunos compramos un café, otro té y un muffin y otros nada, entre ellos, Fox. Una vez que estábamos sentados, discutiendo el tema de la reunión, Fox se levantó, fue hasta el mesón donde ponen la leche, crema, azúcar, miel y endulzantes artificiales para agregar a los bebestibles, tomó un vaso, lo llenó de leche y volvió a sentarse con nosotros. Yo no dije nada, pero uno de mis compañeros canadienses, le preguntó si no le habían llamado la atención por lo que hizo. Fox nos miró con una cara que reflejaba perfectamente que no sabía qué era "lo que hizo". Entonces yo le expliqué que Mike se refería a llenar el vaso de leche, sin haber comprado nada. Fox me miró perplejo y exclamó: "¿Pero esas leches y cremas son para el público, no?" Y yo le explique que sí, pero para agregarle al té, café o chocolate que compras, no para tomarlas gratis. Más tarde, cuando estábamos solos esperando el bus, Fox me comentó "lo extraño que eran los canadienses". En China, me dijo, si un negocio, restaurante o cafetería pone cosas sobre la mesa, es porque están ahí para que todo el que quiera, las tome. En cambio aquí, agregó, tientan al cliente y luego le cobran. A mí me pareció gracioso y triste su comentario. Gracioso, porque pude constatar cómo, pese a la explicación que le di, en su mentalidad oriental eran los canadienses los que estaban mal y no él. Triste, porque me di cuenta, una vez más, lo sumidos que estamos en el capitalismo y en el egoísmo. A tal punto, que jamás se nos ocurriría que el dueño de un café ha puesto leche para el consumo de todas las personas que lo deseen.

Si se establecen relaciones útiles para el futuro o sólo ocasionales gracias al hecho de tener compañeros de todo el mundo, está por verse. Sé, por otras personas, que eso varía mucho según el país y la carrera. En algunos casos se logran vínculos importantes y en otros, te olvidan al cabo de unos años. En mi caso, no creo que termine de corresponsal para un medio canadiense ni mucho menos, pero estoy segura de que si quiero viajar a Inglaterra, China, Nepal o Japón, ya tengo dónde llegar.


Thursday, November 04, 2004

Fanáticos de la puntualidad? Lean esto...

Lunes, 8:23 a.m. “Mieeerrrrr.........” Tengo apenas cinco minutos para terminar de preparar el sándwich que será mi almuerzo, poner el resto del café en el vaso térmico y caminar (mejor dicho “correr”), tres cuadras hasta el paradero, a tiempo para tomar el bus que me lleva a la Universidad. Después de otro sorbo de café, que me devuelve momentáneamente la lucidez (nunca la recobro por completo), recuerdo que tengo el horario de buses en la mochila. “Uff!” Una sensación de “don’t worry, be happy” típica de Vancouverlandia, me invade al constatar que, si pierdo ese bus, puedo tomar el próximo en solo 8 minutos. O mejor aún, puedo hacer una combinación de dos buses y llegar incluso antes a la U.

Si hay algo que adoro del transporte público en Canadá, aparte de los choferes amistosos, que saludan, se despiden y hasta te ayudan a acomodar la bicicleta en la parte frontal del bus, son los “Timetables.” Sí, esos libritos tamaño bolsillo con el horario detallado de cada recorrido para todos los días de la semana, incluyendo el “Skytrain” (algo así como nuestra línea 5 del Metro) y el “Seabus” (Mini-ferry que cruza desde downtown a North Vancouver y viceversa).

No es que sea maniática de la puntualidad, aunque me reconozco especialmente cuidadosa en ese aspecto. Pero, créanme, no hay nada más agradable que saber exactamente (a los más con dos minutos de diferencia) a qué hora pasa la próxima micro. Nada de esperas ansiosas con eternas preguntas tipo: “¿Cuánto faltará para que venga?”, “¿Alcanzaré a atravesar y comprarme un chicle?” o “¿Tendré que tomar un taxi?”

Tampoco es necesario soportar indefinidamente la lluvia o el sol. Puedes esperar tranquilamente en tu casa o dentro de una tienda hasta que sea la hora. Y, ciertamente, puedes atravesar a comprar el diario, terminar tu desayuno y responder ese e-mail con carácter de urgente que recibiste en la mañana, sin tener que pensar que cualquiera de esas opciones te va a costar al menos unos 40 minutos extra de espera.

Eficiencia: lo que los chilenos se merecen

Las ventajas de este sistema no se reducen sólo al uso eficiente del tiempo, sino que también implica el uso eficiente de los vehículos. Dado que los pasajeros saben a que hora pasa el bus, Skytrain o Seabus (y si no saben pueden buscarlo en Internet o llamar a la compañía) difícilmente se ve en Vancouver una micro repleta de pasajeros, seguida por una vacía. Ni siquiera en las horas de punta, ya que la compañía que opera los servicios de transporte publico urbano, “Translink,” pone mas máquinas en esos períodos. Si a eso se suma el hecho de que el 80% de los buses son eléctricos, es decir, “trolleys”, las favorables consecuencias para el medioambiente son fáciles de adivinar.

La otra gran ventaja es el ahorro de dinero, sobre todo para quienes necesitan tomar más de un bus, o una combinación de bus y Skytrain, para llegar a destino. Me explico: Cuando abordas el primer vehículo, pagas 2 dólares canadienses, algo así como mil pesos chilenos. El boleto que emite el cobrador automático es válido por los siguientes 90 minutos (durante la semana) o 120 minutos (los fines de semana y festivos). Con ese boleto puedes subir a todos los vehículos que necesites sin tener que pagar cada vez. Si por alguna razón pierdes la combinación necesaria o se te pasa el tiempo vitrineando y tu boleto ha expirado cinco o más minutos atrás, difícilmente el chofer te hará pagar de nuevo. No es que todos sean unos santos, pero en los casi dos años que llevo en Vancouver, una sola vez me ha tocado ver que un conductor le exige al pasajero cancelar nuevamente (Y, ojo, que fue a un grupo de ruidosos adolescentes, cuyo boleto había expirado hace más de 10 minutos).

¿Suena demasiado bueno para ser verdad? Sigan leyendo y mi credibilidad disminuirá aun más...

El sistema de pago es un poco complicado de explicar, pero digno de imitar. Sin embargo, si usas el transporte publico de vez en cuando, no resulta conveniente para el bolsillo, lo cual invita a dejar el auto en casa. Pero es súper bueno para quienes viajamos en bus todos los días, ya que por un monto fijo mensual, equivalente a 63 dólares canadienses para el público en general y sólo 20 para los estudiantes universitarios (15 si vives en una de las residencias universitarias y, por ende, usas menos el servicio), adquieres un pase que te sirve para todo el mes, sin restricción de horarios ni de zonas.

¿Zonas? Sí. Ese es el otro componente del sistema, el cual determina el precio que pagas por tu boleto o pase. Vancouver está dividida en 3 zonas de tránsito, cada una con distinto precio: $2 para la zona uno (Vancouver), $3 para transitar por las zonas 1 y 2 (Vancouver más suburbios), y $4 para las tres zonas (Vancouver, suburbios y ciudades satélites). Las tarifas zonificadas desaparecen después de las 6:30 p.m. los días de semana, así como Sábado, Domingo y festivos. Entonces sólo pagas una tarifa única de $2.

La chiva del turista

Si no tienes el monto exacto, necesitarás comprar los tickets en el supermercado, farmacia, o almacén más cercano. Los pasajes para el Skytrain y el Seabus se adquieren en dispensadores ubicados en las estaciones. Nadie controla si el pasajero paga o no. Sin embargo, hay patrullas que chequean de vez en cuando que portas un pasaje o pase válido. Las multas son altas y estrictas para los que son sorprendidos tratando de pasear gratis o por el monto mínimo. En todo caso, es poco probable que se suba una patrulla, ya que acá la gente es bastante honesta. Los chequeos, si ocurren, casi siempre pasan al cruzar entre zonas. Y los guardias son bastante comprensivos, para no decir ingenuos. De hecho, no te multan si eres turista y accidentalmente cruzas de una zona a otra con el ticket incorrecto. Por lo mismo, me ha tocado ver a muchos latinos que utilizando la chiva del turista, pasean gratis o casi gratis por la ciudad. Esto prueba claramente que, al menos ese aspecto, este sistema no funcionaría en Chile.
Otras modalidades de pago son el pase diario, que cuesta 8 dólares canadienses y que permite viajes ilimitados por 24 horas. También se pueden comprar talonarios con 10 pasajes, por 18 dólares (en lugar de los 20 que saldría comprarlos de a uno). Y, por supuesto, esta el pase mensual, que cuesta $63 para una zona, $87 para 2 zonas y $120 para 3 zonas, con tarifas especiales para estudiantes y tercera edad.
Sobra decir que todos los buses tienen cobradores automáticos y, por cierto, cuentan con calefacción y aire acondicionado, según sea la temporada. Los más nuevos y de recorridos largos o que van a las dos grandes universidades de Vancouver (University of British Columbia-UBC y Simon Fraser), tienen compartimentos especiales para acarrear bicicletas y, dentro, asientos que se corren fácilmente para dar espacio a sillas de ruedas.

Quizás ahora mis amigos y familiares entenderán un poco mejor por que digo que una de las cosas que más voy a extrañar de Canadá es el sistema de transporte. No estoy diciendo que espero encontrar en Chile choferes que te reciben con una sonrisa, te regalan dulces para Halloween o que usan un gorro de Viejo Pascuero para Navidad. Menos espero que usen los altoparlantes para leer poemas cortos o contar un chiste en las luces rojas o si hay taco (juro por Dios que me ha pasado). Tampoco pretendo que en los paraderos la gente respete sagradamente el orden de llegada a la hora de abordar el bus o vagón del metro, en lugar de abrirse paso a codazos y empujones. Pero, al menos, me gustaría ver en práctica un uso más racional de los recursos, con buses circulando en base a horarios y con pasajeros que no necesitan gastar la mitad del sueldo en locomoción, ya que un pasaje les sirve para varias micros dentro de un rango de tiempo razonable.

Creo que sería un gran primer paso, fácil de implementar. También creo que... Mieeerrrrr.........Ya estoy atrasada de nuevo. Tengo que correr a tomar mi bus.

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