Lunes, 8:23 a.m. “Mieeerrrrr.........” Tengo apenas cinco minutos para terminar de preparar el sándwich que será mi almuerzo, poner el resto del café en el vaso térmico y caminar (mejor dicho “correr”), tres cuadras hasta el paradero, a tiempo para tomar el bus que me lleva a la Universidad. Después de otro sorbo de café, que me devuelve momentáneamente la lucidez (nunca la recobro por completo), recuerdo que tengo el horario de buses en la mochila. “Uff!” Una sensación de “don’t worry, be happy” típica de Vancouverlandia, me invade al constatar que, si pierdo ese bus, puedo tomar el próximo en solo 8 minutos. O mejor aún, puedo hacer una combinación de dos buses y llegar incluso antes a la U.
Si hay algo que adoro del transporte público en Canadá, aparte de los choferes amistosos, que saludan, se despiden y hasta te ayudan a acomodar la bicicleta en la parte frontal del bus, son los “Timetables.” Sí, esos libritos tamaño bolsillo con el horario detallado de cada recorrido para todos los días de la semana, incluyendo el “Skytrain” (algo así como nuestra línea 5 del Metro) y el “Seabus” (Mini-ferry que cruza desde downtown a North Vancouver y viceversa).
No es que sea maniática de la puntualidad, aunque me reconozco especialmente cuidadosa en ese aspecto. Pero, créanme, no hay nada más agradable que saber exactamente (a los más con dos minutos de diferencia) a qué hora pasa la próxima micro. Nada de esperas ansiosas con eternas preguntas tipo: “¿Cuánto faltará para que venga?”, “¿Alcanzaré a atravesar y comprarme un chicle?” o “¿Tendré que tomar un taxi?”
Tampoco es necesario soportar indefinidamente la lluvia o el sol. Puedes esperar tranquilamente en tu casa o dentro de una tienda hasta que sea la hora. Y, ciertamente, puedes atravesar a comprar el diario, terminar tu desayuno y responder ese e-mail con carácter de urgente que recibiste en la mañana, sin tener que pensar que cualquiera de esas opciones te va a costar al menos unos 40 minutos extra de espera.
Eficiencia: lo que los chilenos se merecen
Las ventajas de este sistema no se reducen sólo al uso eficiente del tiempo, sino que también implica el uso eficiente de los vehículos. Dado que los pasajeros saben a que hora pasa el bus, Skytrain o Seabus (y si no saben pueden buscarlo en Internet o llamar a la compañía) difícilmente se ve en Vancouver una micro repleta de pasajeros, seguida por una vacía. Ni siquiera en las horas de punta, ya que la compañía que opera los servicios de transporte publico urbano, “Translink,” pone mas máquinas en esos períodos. Si a eso se suma el hecho de que el 80% de los buses son eléctricos, es decir, “trolleys”, las favorables consecuencias para el medioambiente son fáciles de adivinar.
La otra gran ventaja es el ahorro de dinero, sobre todo para quienes necesitan tomar más de un bus, o una combinación de bus y Skytrain, para llegar a destino. Me explico: Cuando abordas el primer vehículo, pagas 2 dólares canadienses, algo así como mil pesos chilenos. El boleto que emite el cobrador automático es válido por los siguientes 90 minutos (durante la semana) o 120 minutos (los fines de semana y festivos). Con ese boleto puedes subir a todos los vehículos que necesites sin tener que pagar cada vez. Si por alguna razón pierdes la combinación necesaria o se te pasa el tiempo vitrineando y tu boleto ha expirado cinco o más minutos atrás, difícilmente el chofer te hará pagar de nuevo. No es que todos sean unos santos, pero en los casi dos años que llevo en Vancouver, una sola vez me ha tocado ver que un conductor le exige al pasajero cancelar nuevamente (Y, ojo, que fue a un grupo de ruidosos adolescentes, cuyo boleto había expirado hace más de 10 minutos).
¿Suena demasiado bueno para ser verdad? Sigan leyendo y mi credibilidad disminuirá aun más...
El sistema de pago es un poco complicado de explicar, pero digno de imitar. Sin embargo, si usas el transporte publico de vez en cuando, no resulta conveniente para el bolsillo, lo cual invita a dejar el auto en casa. Pero es súper bueno para quienes viajamos en bus todos los días, ya que por un monto fijo mensual, equivalente a 63 dólares canadienses para el público en general y sólo 20 para los estudiantes universitarios (15 si vives en una de las residencias universitarias y, por ende, usas menos el servicio), adquieres un pase que te sirve para todo el mes, sin restricción de horarios ni de zonas.
¿Zonas? Sí. Ese es el otro componente del sistema, el cual determina el precio que pagas por tu boleto o pase. Vancouver está dividida en 3 zonas de tránsito, cada una con distinto precio: $2 para la zona uno (Vancouver), $3 para transitar por las zonas 1 y 2 (Vancouver más suburbios), y $4 para las tres zonas (Vancouver, suburbios y ciudades satélites). Las tarifas zonificadas desaparecen después de las 6:30 p.m. los días de semana, así como Sábado, Domingo y festivos. Entonces sólo pagas una tarifa única de $2.
La chiva del turista
Si no tienes el monto exacto, necesitarás comprar los tickets en el supermercado, farmacia, o almacén más cercano. Los pasajes para el Skytrain y el Seabus se adquieren en dispensadores ubicados en las estaciones. Nadie controla si el pasajero paga o no. Sin embargo, hay patrullas que chequean de vez en cuando que portas un pasaje o pase válido. Las multas son altas y estrictas para los que son sorprendidos tratando de pasear gratis o por el monto mínimo. En todo caso, es poco probable que se suba una patrulla, ya que acá la gente es bastante honesta. Los chequeos, si ocurren, casi siempre pasan al cruzar entre zonas. Y los guardias son bastante comprensivos, para no decir ingenuos. De hecho, no te multan si eres turista y accidentalmente cruzas de una zona a otra con el ticket incorrecto. Por lo mismo, me ha tocado ver a muchos latinos que utilizando la chiva del turista, pasean gratis o casi gratis por la ciudad. Esto prueba claramente que, al menos ese aspecto, este sistema no funcionaría en Chile.
Otras modalidades de pago son el pase diario, que cuesta 8 dólares canadienses y que permite viajes ilimitados por 24 horas. También se pueden comprar talonarios con 10 pasajes, por 18 dólares (en lugar de los 20 que saldría comprarlos de a uno). Y, por supuesto, esta el pase mensual, que cuesta $63 para una zona, $87 para 2 zonas y $120 para 3 zonas, con tarifas especiales para estudiantes y tercera edad.
Sobra decir que todos los buses tienen cobradores automáticos y, por cierto, cuentan con calefacción y aire acondicionado, según sea la temporada. Los más nuevos y de recorridos largos o que van a las dos grandes universidades de Vancouver (University of British Columbia-UBC y Simon Fraser), tienen compartimentos especiales para acarrear bicicletas y, dentro, asientos que se corren fácilmente para dar espacio a sillas de ruedas.
Quizás ahora mis amigos y familiares entenderán un poco mejor por que digo que una de las cosas que más voy a extrañar de Canadá es el sistema de transporte. No estoy diciendo que espero encontrar en Chile choferes que te reciben con una sonrisa, te regalan dulces para Halloween o que usan un gorro de Viejo Pascuero para Navidad. Menos espero que usen los altoparlantes para leer poemas cortos o contar un chiste en las luces rojas o si hay taco (juro por Dios que me ha pasado). Tampoco pretendo que en los paraderos la gente respete sagradamente el orden de llegada a la hora de abordar el bus o vagón del metro, en lugar de abrirse paso a codazos y empujones. Pero, al menos, me gustaría ver en práctica un uso más racional de los recursos, con buses circulando en base a horarios y con pasajeros que no necesitan gastar la mitad del sueldo en locomoción, ya que un pasaje les sirve para varias micros dentro de un rango de tiempo razonable.
Creo que sería un gran primer paso, fácil de implementar. También creo que... Mieeerrrrr.........Ya estoy atrasada de nuevo. Tengo que correr a tomar mi bus.