En slang chileno, un “pituto” es un contacto o persona con cierta influencia al cual la mayoría recurre al momento de buscar trabajo, conseguir que un trámite que demora 3 meses tome menos tiempo, no hacer el servicio militar y un laaaaaaaaaaaaaargo etcétera.
Por años creí que esta “pitutocracia” era parte de nuestra identidad. Incluso pensaba seriamente que la canción
“Por un Pituto” del grupo Sexual Democracia, debería convertirse en el nuevo himno nacional. Pero al venirme a Canadá, comprobé que lo mismo ocurre aquí y en la mayoría de los países, sean latinos o no. Se les da otros nombres, claro, como para ponerle más
glamour al asunto: “networking,” “cadena de influencias,” “redes de contacto” … en fin, qué más da el nombre, si todo es lo mismo.
Lo que sí no pasa en todos lados, es lo que describen los economistas de la Universidad de Chile, Javier Núñez y Roberto Gutiérrez en su estudio “Clasismo, discriminación y meritocracia en el mercado laboral: el Caso de Chile.”
¿Y qué es eso tan distintivo? Pues nada más y nada menos que la pitutocracia mezclada con clasismo: En Chile, señala el estudio, de dos egresados de la misma carrera, de la misma universidad y con igual rendimiento académico, pero uno proveniente de un colegio particular y el otro de uno fiscal, recibirá mejor sueldo aquel que estudió en colegio privado o, al menos, ocupará un cargo más alto. La principal razón: la red de contactos que se establecen en esos colegios, donde los apoderados son los principales dueños del poder económico del país.
Entonces ¿qué le queda a los profesionales que estudiaron en colegios públicos, entraron a la universidad por sus altos puntajes en las pruebas de selección, se sacaron la mugre estudiando y trabajando al mismo tiempo, o obtuvieron una beca por su rendimiento académico, la cual les permitió costearse una carrera que -de lo contrario- nunca habrían tenido? Fácil: se van de Chile o se resignan.
Coincidencia o no, la mayoría de mis amigos no pertenecen al grupo de los conformistas, aunque sí son parte del fenómeno “Fuga de Cerebros,” que se viene dando hace años.
Paz, por ejemplo, es una exitosa abogada la Universidad de Chile, mejor alumna de su promoción en la enseñanza media, mejor alumna en la universidad y actual profesora en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. O
René, mi mejor amigo, periodista de la Universidad de Chile, con estudios en Literatura, un postítulo en Ciencias del Medio Ambiente en Bielefeld, Alemania y pleno manejo de tres idiomas (Español, Alemán e Inglés, por ahora). Y los casos de quienes no son profetas en su tierra, sino fuera, suman y siguen.
Es cierto que las razones para salir de Chile son muy diversas, pero ¿cuáles son los motivos para no volver? En su mayoría, mis conocidos (y yo misma), responden que en Chile no encontrarían una trabajo que les permitiera desarrollarse profesionalmente y ganar el sueldo que se merecen al mismo tiempo. Ambas cosas simplemente no son compatibles. Al menos que tengas un pituto. Un buen pituto.
Para terminar, los dejo con este chiste, que –lamentablemente- no tiene nada de gracioso, pero fue lo que motivó este post y, al menos, invita a la reflexión:
El hijo termina el colegio secundario y no tiene ganas de estudiar nada. Como el padre es un tipo malas pulgas, lo aprieta:
-¿Ah? ¿No quieres estudiar? Bueno, yo vagos no mantengo, así que vas a trabajar. ¿Estamos……?
El padre, que tiene algunos amigos políticos dada su larga trayectoria, trata de conseguirle un empleo y habla con un amigo:
-Aló, Carlos, habla Tito.¿Te acuerdas de mi hijo?, bueno, terminó el colegio y no quiere estudiar por ahora. Si tu puedes, necesitaría un puesto como para que empiece a trabajar mientras decide si va a seguir una carrera.
El asunto es que haga algo y no se las ande tirando todo el día, me entiendes?
A los tres días llama Carlos:
- Tito, ya está. Asesor de la Comisión de Salud del Senado. Unos 4 millones de pesos al mes. Está bien, ¿no?
- ¡No, Carlos!. ¡Es una locura!. Recién empieza. Tiene que comenzar de abajo.
A los dos días, de nuevo Carlos:
- Tito, ya lo tengo. Le conseguí un cargo de Secretario Privado de un diputado. El sueldo es más modesto, de dos millones de pesos al mes.
- ¡No, Carlos. ¡Recién terminó el colegio!. No quiero que la vida se le haga tan fácil de entrada. Quiero que sienta la necesidad de estudiar, ¿me entiendes?
Al otro día:
- Tito, ahora sí, Ayudante del Encargado del Archivo, con algo de computación ya está, claro que el sueldo se va muy abajo, sería un millón de pesos al mes nada más. ¿Con qué va a pagar sus gastos personales?
- Pero Carlos, por favor!, consígueme algo más modesto. Recién empieza.
Algo de unos 300 mil al mes.
- Bueno, sí… se puede ver, pero no sería para él, Tito.
- ¿Por qué?
- Esos cargos son por concurso, necesita currículum y título universitario.¿Me entienden ahora?