Mala ¿Y qué?
No sé qué me está pasando, pero desde hace días que no me reconozco. Y, lo que es más extraño aún, me gusta mi nueva faceta. Pareciera que la Cecilia comprensiva, dulce, que anestesia cualquier frase o respuesta que pueda herir a otros, fue secuestrada por los marcianos. En su lugar, emergió una nueva Cecilia. Mandona, de hablar golpeado y tajante y, admitámoslo, hasta un poquitín cruel. Ejem, más que un poquitín.
Varios de mis amigos andan en las mismas, así es que podría disculparme diciendo que se debe a la posición de los planetas, a una acumulación de energías, al cambio de estación o cualquier cosa por el estilo.
Pero no. No hay explicaciones mágicas, ni lógicas. Simplemente ando de mala por la vida y lo estoy disfrutando. Tanto, que me gustaría que mi viejo yo no volviera jamás.
Algunos ejemplos:
Se me antojó un Capuccino. La chica que salió a atenderme apenas sabía inglés. En cambio, demasiado obviamente, hablaba español. Se veía complicada. Repasaba nerviosamente la lista de códigos a ingresar en la máquina registradora. Y mientras le daba una mirada a un tipo con cara de jefe que la miraba feo, se iba poniendo más y más nerviosa.
¿Qué habría hecho la antigua Ceci? Sin pensarlo un segundo, le habría re-ordenado el café en español y hasta ayudado a encontrar el código correspondiente. La nueva, en cambio, siguió hablándole en el inglés más gringo que pudo y, cuando recibió un Latte en lugar del solicitado brebaje, no sólo no lo aceptó, sino que tampoco quiso esperar a que le hicieran el Capuccino pedido originalmente. Esta nueva Cecilia se limitó a decir que se le habían pasado las ganas de tomar café, pidió su dinero de regreso, se dio media vuelta y se fue feliz y campante.
Si eso no es ser mala, ¿qué me dicen de lo siguiente?:
Conversando con mi hermana por teléfono me enteré que uno de sus compañeros de trabajo, un tipo de esos que juegan sucio y tratan sin respeto, se cayó mientras montaba a caballo. Apenas escuché la noticia, me puse genuinamente contenta. Mi hermana, que es la que usualmente se ríe de las desgracias, me pidió que no lo hiciera porque la caída había sido grave y el tipo en cuestión podía quedar parapléjico. Juro que antes ese pensamiento me hubiese frenado en seco y hasta me hubiese hecho sentir lástima por el susodicho. Pero esta vez no ocurrió así. La nueva Cecilia dejó de reir a carcajadas, es cierto, pero nadie pudo borrarle la sonrisa de la cara ni el profundo sentimiento de satisfacción en el alma.
Y para rematar, mi broche de oro:
Sábado en la noche. Tras mucho tiempo sin salir, decidí ir con unos amigos a bailar. Después de todo, uno de ellos se regresaba para siempre a su país el lunes y había que despedirlo como corresponde. Acababa de bailar con quien –para efectos de esta narración- llamaré Tofu, cuando una amiga de él, a quien no había visto antes, llegó a saludarlo. La chica, a quien llamaré Wasabi, me miraba con recelo, ya que Tofu estaba sentado a mi lado y conversábamos. Wasabi, quien sí había escuchado hablar de mí, comenzó a hacerme preguntas, como –por ejemplo- desde hace cuanto tiempo que nos conocíamos con Tofu, que si era yo la que le había prestado esa película de la cual él no dejaba de hablar y otras cosas que yo supe perfectamente para dónde iban dirigidas. La Cecilia de antes se hubiera apresurado en aclarar, de manera fina y clara, que no tenía ningún interés en Tofu y que, por lo tanto, Wasabi podía considerar la pista despejada. Pero la nueva Cecilia se limitó a contestar con respuestas muy poco definidas y, para su propia sorpresa, al cabo de un rato tomó a Tofu de la mano y lo sacó a bailar la canción que comenzaba a tocar la banda en vivo.
¿Mal, no? Bueno, la cosa se pone peor. Apenas regresó a la mesa, la nueva Cecilia preguntó a Wasabi por qué no se había parado a bailar con todo el grupo.
“Es que cómo me iba meter a interrumpir si tú y Tofu estaban bailando juntos,” contestó Wasabi.
Entonces, en lugar de decirle el típico “Pero qué importa si somos sólo amigos,” la nueva Cecilia levantó una ceja, soltando al mismo tiempo un simple “ah”. Y acto seguido, se dedicó a disfrutar de la cara de decepción de Wasabi.
Podría seguir con varias historias más, como la forma en que respondí hoy al desafortunado que llamó a un tal Mr. Peralta a mi número privado de la oficina, pero prefiero dejarlo hasta aquí y, por mientras, seguir disfrutando el ser mala por todo el tiempo que me dure.
¡Qué mala!
Varios de mis amigos andan en las mismas, así es que podría disculparme diciendo que se debe a la posición de los planetas, a una acumulación de energías, al cambio de estación o cualquier cosa por el estilo.
Pero no. No hay explicaciones mágicas, ni lógicas. Simplemente ando de mala por la vida y lo estoy disfrutando. Tanto, que me gustaría que mi viejo yo no volviera jamás.
Algunos ejemplos:
Se me antojó un Capuccino. La chica que salió a atenderme apenas sabía inglés. En cambio, demasiado obviamente, hablaba español. Se veía complicada. Repasaba nerviosamente la lista de códigos a ingresar en la máquina registradora. Y mientras le daba una mirada a un tipo con cara de jefe que la miraba feo, se iba poniendo más y más nerviosa.
¿Qué habría hecho la antigua Ceci? Sin pensarlo un segundo, le habría re-ordenado el café en español y hasta ayudado a encontrar el código correspondiente. La nueva, en cambio, siguió hablándole en el inglés más gringo que pudo y, cuando recibió un Latte en lugar del solicitado brebaje, no sólo no lo aceptó, sino que tampoco quiso esperar a que le hicieran el Capuccino pedido originalmente. Esta nueva Cecilia se limitó a decir que se le habían pasado las ganas de tomar café, pidió su dinero de regreso, se dio media vuelta y se fue feliz y campante.
Si eso no es ser mala, ¿qué me dicen de lo siguiente?:
Conversando con mi hermana por teléfono me enteré que uno de sus compañeros de trabajo, un tipo de esos que juegan sucio y tratan sin respeto, se cayó mientras montaba a caballo. Apenas escuché la noticia, me puse genuinamente contenta. Mi hermana, que es la que usualmente se ríe de las desgracias, me pidió que no lo hiciera porque la caída había sido grave y el tipo en cuestión podía quedar parapléjico. Juro que antes ese pensamiento me hubiese frenado en seco y hasta me hubiese hecho sentir lástima por el susodicho. Pero esta vez no ocurrió así. La nueva Cecilia dejó de reir a carcajadas, es cierto, pero nadie pudo borrarle la sonrisa de la cara ni el profundo sentimiento de satisfacción en el alma.
Y para rematar, mi broche de oro:
Sábado en la noche. Tras mucho tiempo sin salir, decidí ir con unos amigos a bailar. Después de todo, uno de ellos se regresaba para siempre a su país el lunes y había que despedirlo como corresponde. Acababa de bailar con quien –para efectos de esta narración- llamaré Tofu, cuando una amiga de él, a quien no había visto antes, llegó a saludarlo. La chica, a quien llamaré Wasabi, me miraba con recelo, ya que Tofu estaba sentado a mi lado y conversábamos. Wasabi, quien sí había escuchado hablar de mí, comenzó a hacerme preguntas, como –por ejemplo- desde hace cuanto tiempo que nos conocíamos con Tofu, que si era yo la que le había prestado esa película de la cual él no dejaba de hablar y otras cosas que yo supe perfectamente para dónde iban dirigidas. La Cecilia de antes se hubiera apresurado en aclarar, de manera fina y clara, que no tenía ningún interés en Tofu y que, por lo tanto, Wasabi podía considerar la pista despejada. Pero la nueva Cecilia se limitó a contestar con respuestas muy poco definidas y, para su propia sorpresa, al cabo de un rato tomó a Tofu de la mano y lo sacó a bailar la canción que comenzaba a tocar la banda en vivo.
¿Mal, no? Bueno, la cosa se pone peor. Apenas regresó a la mesa, la nueva Cecilia preguntó a Wasabi por qué no se había parado a bailar con todo el grupo.
“Es que cómo me iba meter a interrumpir si tú y Tofu estaban bailando juntos,” contestó Wasabi.
Entonces, en lugar de decirle el típico “Pero qué importa si somos sólo amigos,” la nueva Cecilia levantó una ceja, soltando al mismo tiempo un simple “ah”. Y acto seguido, se dedicó a disfrutar de la cara de decepción de Wasabi.
Podría seguir con varias historias más, como la forma en que respondí hoy al desafortunado que llamó a un tal Mr. Peralta a mi número privado de la oficina, pero prefiero dejarlo hasta aquí y, por mientras, seguir disfrutando el ser mala por todo el tiempo que me dure.
¡Qué mala!
18 Comments:
The dark side of Ceci... Bueno amiga, andar de buenita por la vida 24/7 es muy cansador, y a veces no hace mal relajarse un poquito y asumir que no poner todo el tiempo los sentimientos de otros como la primera consideracion no te transforma de inmediato en la mala de la pelicula. Conclusion, un poquito no le hace mal a nadie...
Estás pintada para villana de una película!!
Osea, si todo eso no te hace sentir mal, entonces supongo que no te quedará otra que seguir disfrutándolo, hasta cuando dure.
Saludos
También me ha pasado que andamos con la mirada turbia y no vemos la bondad ni en los ojos de un ninho, y nos volvemos perversas y medias brujas... pero de a poco se vuelve a la esencia... un abrazo negrita y que resurga la BuenaCeci!!!!
Ceci:
A quien quieres enganiar? A mi este cuento me sabe a exageracion literaria. Estoy seguro que no disfrutaste tanto como dices estos episodios, pero me gusta ver que estas canalizando tus energias de manera diferente.
Salu2
de mala por la vida un rato no pasa nada, creo que yo ando igual... será la primevera... me dan ganas de contarte la historia de la guardia y su mala escritura de mi nombre y mi sarcástica corrección, pero me pongo latera, y mejor sólo decirte que la "cecilita" y la "cecilota" tiene cabida en este mundo.
UN besote
Ganas de golpear a la gente no me han faltado en el último mes...Generalmente, intento no tener enfrentamientos con nadie, pero todos pasamos por etapas de malillo, como dice Alma.
Cecilita, esta vez soy yo la que te da la indulgencia plenaria.
un beso!!
karen
PD. Ayer inauguré la miel de maple sobre tostadas francesas!!!
Que sustooooooooooo!!!!
La otra vez fuimos con tu hermana a tomar un café y también andaba de mala. Claro que con la atención que recibimos era para ponerse de mala y peor. Tal vez sea un gen familiar. Jeje.
Cecilia Devile, espero que no te de con los animalitos.
Besos
¡uy, de veras da susto! pero concuerdo con Frank, si me permites la licencia.
Cariños, y qué bueno leerte, aunque sea "de mala" ;)
Pobre chica del café...
Calfu, Frank y Nadia:
TOUCHE!!!
pucha Ceci tiempo q no te leia y mira con la Ceci q me encontre jijij :P
te lei lo del cafe y me dio mas susto porq yo entre a trabajar a uno y menos mal que no vivimos enla misma ciudad o q quizaz q maldad me haces a mi:p
aun nome ha tocado nadie tan malo como tu ...jijiji
cuidate mucho y tanta maladad no se tr vaya a revertir jijiji
cuidate
Andrea, toronto, Canada
pd insisto menos mal q no vivimos en la misma ciudad o me daria panico que fueras a comprar donde recien empiezo a trabajar :P
Andrea
'ta ceci, y yo que te habia creido y estaba a punto de darte animos pa'que siguieras asi un par de semanas, aunque reconozco que la del paraplejico fue demasiado exagerada... (asumiendo el "Touche!")
igual de repente da como gusto hacer de malo un tiempo, aunque sea en un experimento literario...
en mi caso, algunas semanas me ha pasado en la vida real y reto a mis pergenios, me voy del café sin esperar pedidos mas de cinco minutos, o agarro mi mejor artilleria ironica y la reparto a diestra y siniestra sin contemplaciones... hasta que me doy cuenta y trato de que se me pase...
a ver si algun dia te atreves y nos cuentas como funciona la verdadera cyberdarkceci...
Para que veas que marcas tendencia... echale una miradita a lo ultimo de la isla. Un besote, idola!
Nadie puede ser bueno todo el tiempo, no es natural... disfruta de tu lado oscuro mientras dure que la antigua Ceci volverá más pronto de lo que piensas.
Un saludo
Oye mala!!! De verdad que leía y no podía imaginarme siendo así de malvada....
Es como las teleseries mexicanas, cuando una pobre mujer, es golpeada y utilizada duramente por una inescrupulosa mujer...
Mientras te leía te imaginaba con esa cara!!!!
jajaja
Muy buen post...
Te seguiré leyendo...
casi tan mala como la bruja de blancanieves, con esa risa malvada de ultratumba, con los ojos brillantes de perversidad, ñacañaca, a veces a todos se nos sale el lado B. pero no te vaya a remorder la conciencia después. saludos de una desaparecida que regresa desde el mundo sin tabaco...
Hasta "mala" pa' escribir estás. Saludos
Musssssssssssssssho
Trabajo
:(
Post a Comment
<< Home