Sí, marchamos ¿y qué?... Mi versión de vaso medio vacío:
Me habría gustado comenzar este post diciendo: “Todo un éxito resultó la marcha en favor de los niños de Uganda realizada el sábado pasado,” pero estaría mintiendo. No es que no hayan ido entusiastas a apoyar la causa. Mi estimación fue de unas 300 personas, lo cual es genial. No es que sólo en Vancouver nos hayamos levantado temprano el sábado para alzar nuestras voces: cuarenta y tres ciudades en el mundo se unieron (nos unimos) al llamado de la ONG “Act for Stolen Children” para ayudar a abrir los ojos de aquéllos que no saben o no quieren ver. Pero mi naturaleza intrínsecamente pesimista/realista me obliga abstenerme de describir estos micro logros como “exitosos.”
Sí, hubo gente. Sí, centenares de personas marcharon en ciudades tan distantes como Beijing, Londres, Toronto y Los Angeles. Pero, hasta que este tema no sea parte de la agenda oficial de organismos como las Naciones Unidas o, mejor aún, cuando en el norte de Uganda los niños no tengan que correr a refugiarse en verdaderos bunkers cada noche, sólo hasta entonces podremos hablar de éxito. Hasta ese momento, manifestaciones como estas, que apenas logran un par de líneas (si es que) en los medios de comunicación, no pasan de ser una anécdota.