Verín, la novia más cool
Si algún día me caso (seguramente cuando me nombren corresponsal en la Luna y cuando mi queridísimo Tío Lalo gane por fin la Lotería) me gustaría estar tan tranquila y feliz como Verito. Nunca había visto, ni he vuelto a ver, a una mujer más relajada a sólo horas de su boda que Verónica Kompatzki, otra de mis buenas Amigas, de esas con mayúsculas, que tengo en Chile.
A Verito también la conocí en El Diario, cuando se desempeñaba como periodista de Ediciones Especiales. Y, entre almuerzos en la sala de reuniones (que nos tomábamos por asalto cuando los editores máximos salían a comer a los restaurantes cercanos de Suecia y Providencia), nos hicimos amigas.
Me sentí honrada cuando Vero me invitó a su matrimonio con Alejandro. Iba a ser en Purranque, su ciudad natal, en el sur de Chile, en plena zona de los colonos alemanes. Me quedaba bastante lejos e implicaba un sacrificio asistir, pero por nada del mundo quería estar ausente en esa fecha tan especial para mi amiga. Vero me propuso que comprara una de esas ofertas especiales que por entonces estaban en boga: por el precio de un pasaje ida y vuelta en bus de primera clase, podías optar por hacer uno de los tramos en avión. Como Verito se casaba un Sábado, decidí partir en bus un viernes y regresar el domingo en avión. Me fui directamente después de cerrar la edición del suplemento del lunes y dormí a bordo del bus (lo cual no representa ningún problema para mí, pero sí para los pobres que viajan conmigo y que, con envidia, ven como cierro mis ojos a los 10 minutos de subirme al vehículo y no despierto sino hasta el día siguiente).
El viaje Santiago – Purranque tomó algo así como 9 horas o un poquito más. Llegué temprano, algo así como a las 8:30 am. y, con sorpresa, vi que Verito estaba ahí, esperándome. Era su gran día, pero no le importó comenzarlo recogiéndome y llevándome a su casa, donde no sólo me dio el tour de rigor, mostrándome sus perritos, pollos y otros animalitos, sino que también compartimos un agradable almuerzo junto a su familia. Eran las 3:00 pm cuando le pedí permiso para dormir un ratito. Pensé que, al despertar, la casa estaría totalmente revolucionada y yo necesitaba recuperar energías para una noche que se veía larga, larga, larga.
Efectivamente, cuando desperté todo el mundo corría. La mamá de Vero llamaba a la peluquera que aún no se hacía presente. Los hermanitos ya se estaban bañando y vistiendo y el teléfono no paraba de sonar. Todos corrían, incluyéndome. Todos, menos Vero, que estaba aún sin empezar a arreglarse, con el ensayo de la iglesia pendiente (tenía que enseñarle a su pequeña hermanita como esparcir las flores cuando entraran a la iglesia esa tarde, Rocío delante de Vero, abriendo camino) y sin ningún nervio porque no llegaba la señora que la peinaría y la maquillaría. Antes de vestirnos la acompañé al ensayo y ella se mostró más preocupada de darme un mini-city tour por Purranque que de practicar su entrada triunfal. Después llegamos a la casa y, muy relajada, se sirvió un té, mientras todos los demás nos afanábamos arriba y abajo de las escaleras, peleándonos el baño y hasta recurriendo a la peinadora oficial de la novia, antes que ella misma. Cuando ya todos estuvimos listos, Verito se puso el vestido de novia, se sentó para que la peinaran y salió muy campante a la iglesia.
Al día siguiente, Vero y Ale estaban más preocupados de los amigos que de comenzar la luna de miel. De hecho, me invitaron al “almuerzo familiar” y, como si fuera poco, ambos me fueron a dejar al aeropuerto cuando este finalizó.
Vero me escribe frecuentemente. Nunca ha dejado de contestarme un e-mail y, si es urgente, puede dejar cualquier otra cosa botada por conectarse al messanger y mandarme una palabra de aliento o consuelo. Alejandro es médico y, cuando mi papi y ahora mi mamá han estado enfermos, el no ha dudado ni un segundo en ver qué les pasa y cerciorarse que están siendo bien atendidos.
¿Ahora sí me entienden cuando digo que tengo mucha suerte?
A Verito también la conocí en El Diario, cuando se desempeñaba como periodista de Ediciones Especiales. Y, entre almuerzos en la sala de reuniones (que nos tomábamos por asalto cuando los editores máximos salían a comer a los restaurantes cercanos de Suecia y Providencia), nos hicimos amigas.
Me sentí honrada cuando Vero me invitó a su matrimonio con Alejandro. Iba a ser en Purranque, su ciudad natal, en el sur de Chile, en plena zona de los colonos alemanes. Me quedaba bastante lejos e implicaba un sacrificio asistir, pero por nada del mundo quería estar ausente en esa fecha tan especial para mi amiga. Vero me propuso que comprara una de esas ofertas especiales que por entonces estaban en boga: por el precio de un pasaje ida y vuelta en bus de primera clase, podías optar por hacer uno de los tramos en avión. Como Verito se casaba un Sábado, decidí partir en bus un viernes y regresar el domingo en avión. Me fui directamente después de cerrar la edición del suplemento del lunes y dormí a bordo del bus (lo cual no representa ningún problema para mí, pero sí para los pobres que viajan conmigo y que, con envidia, ven como cierro mis ojos a los 10 minutos de subirme al vehículo y no despierto sino hasta el día siguiente).
El viaje Santiago – Purranque tomó algo así como 9 horas o un poquito más. Llegué temprano, algo así como a las 8:30 am. y, con sorpresa, vi que Verito estaba ahí, esperándome. Era su gran día, pero no le importó comenzarlo recogiéndome y llevándome a su casa, donde no sólo me dio el tour de rigor, mostrándome sus perritos, pollos y otros animalitos, sino que también compartimos un agradable almuerzo junto a su familia. Eran las 3:00 pm cuando le pedí permiso para dormir un ratito. Pensé que, al despertar, la casa estaría totalmente revolucionada y yo necesitaba recuperar energías para una noche que se veía larga, larga, larga.
Efectivamente, cuando desperté todo el mundo corría. La mamá de Vero llamaba a la peluquera que aún no se hacía presente. Los hermanitos ya se estaban bañando y vistiendo y el teléfono no paraba de sonar. Todos corrían, incluyéndome. Todos, menos Vero, que estaba aún sin empezar a arreglarse, con el ensayo de la iglesia pendiente (tenía que enseñarle a su pequeña hermanita como esparcir las flores cuando entraran a la iglesia esa tarde, Rocío delante de Vero, abriendo camino) y sin ningún nervio porque no llegaba la señora que la peinaría y la maquillaría. Antes de vestirnos la acompañé al ensayo y ella se mostró más preocupada de darme un mini-city tour por Purranque que de practicar su entrada triunfal. Después llegamos a la casa y, muy relajada, se sirvió un té, mientras todos los demás nos afanábamos arriba y abajo de las escaleras, peleándonos el baño y hasta recurriendo a la peinadora oficial de la novia, antes que ella misma. Cuando ya todos estuvimos listos, Verito se puso el vestido de novia, se sentó para que la peinaran y salió muy campante a la iglesia.
Al día siguiente, Vero y Ale estaban más preocupados de los amigos que de comenzar la luna de miel. De hecho, me invitaron al “almuerzo familiar” y, como si fuera poco, ambos me fueron a dejar al aeropuerto cuando este finalizó.
Vero me escribe frecuentemente. Nunca ha dejado de contestarme un e-mail y, si es urgente, puede dejar cualquier otra cosa botada por conectarse al messanger y mandarme una palabra de aliento o consuelo. Alejandro es médico y, cuando mi papi y ahora mi mamá han estado enfermos, el no ha dudado ni un segundo en ver qué les pasa y cerciorarse que están siendo bien atendidos.
¿Ahora sí me entienden cuando digo que tengo mucha suerte?
5 Comments:
los buenos amigos son un tesoro.
creo que también tengo mucha suerte de tener un par de buenas amigas, esas amigas que como tu decias antes de que a pesar de que se quiebre el contacto un tiempo cuando uno vuelve a verse es como si recien ayer nos hubiesemos visto.
eso.
Agnes
por cierto, hace unos dias abrí mi blog.
aqui va la direccion.
http://www.livejournal.com/users/tiempodeseryo/
saludos
agnes
Gracias Agnes!
Ahorá podré saber de tí más seguido… Ja! Y decían que tecnologías como el computador e Internet iban a menoscabar las relaciones humanas.
Hola Cecilia,
Soy Diego. Buscando el nombre de la Vero Kompazki Yubano di con tu blog y este post.
Creo que Verónica fue compañera mía en la Universidad de Talca en el '93 estudiando Ing. Comercial, coinciden muchos detalles de la persona que describes y si es ella fué una amiga muy querida con la cual perdí contacto desde Talca.
Quería pedirte el tremendo favor si la puedes contactar, dejarle mi correo para ver si coincide que es quien creo que es.
te dejo mi correo diego3k@hotmail.com
Saludos y ojala puedas ayudarme
Diego Reyes Sánchez
disculpa la intrusion,podrias averiguar si la mama de vero se llama CECILIA YUBANO Y TRABAJO EN PUNTA ARENAS,y vivieron en esta ciudad ella trabajo para sanchez en fotografias y vivia con los padres o si es familiar de cecilia me gustria contactactarme con ceci hace dese el 86 que no supe mas de ella desde ya gracias y disculpa mi correo es monteroomar@hotmail.com
Post a Comment
<< Home