Cyberceci in Vancouverland

What am I still doing here? Read and find out...

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Location: Vancouver, British Columbia, Canada

I studied Journalism in Chile and have a Master of Journalism at The University of British Columbia (UBC), Canada. My dream? To be the first correspondent on the moon, where I plan to go as soon as I can.

Wednesday, August 30, 2006

La Pura Verdad

(Comercial Radial)

Ring, ring

(Voz de Mujer)¡Hola, qué sorpresa!
(Voz de Hombre) Hola amor. ¿Quieres ir a cenar a tu restaurante favorito esta noche en lugar de cocinar?
(Voz de Mujer) Suena perfecto.
(Voz de Hombre) Y podemos aprovechar la ocasión para hablar acerca de nuestros sentimientos…

(Voz de Mujer) ¡Mierda! Sabía que estaba soñando.

(Voz en Off) Deje de soñar, juegue Lotto.

Tuesday, August 22, 2006

Romancreatividad


El virus a veces viene en el champagne.

No sé que pasó en los últimos dos meses. Quizás fue culpa de una conjunción planetaria. O tal vez algún gas misterioso que se filtró quién sabe de dónde. O tal vez sea todo simple coincidencia. No importa qué lo habrá ocasionado, lo importante es ver cómo –una vez más- a mi círculo de amigos cercanos le ha bajado la fiebre del matrimonio.

La pionera fue Karencita, cuyo galán la sorprendió cuando ella menos se lo esperaba, para alegría de todos, especialmente mía.

Pero ayer me di cuenta que son muchos más los “afectados” por esta epidemia. De hecho, de entre todos los que estábamos reunidos, sólo dos no tenían planes de contraer matrimonio en un futuro cercano: el perro de la casa y yo.

El resto se la pasó hablando de preparativos, vestidos, partes, menúes y un cuanto hay. Entonces, para evitar dormirme en la silla producto del soponcio, se me ocurrió empezar a preguntarles a las felices novias cómo fue que les propusieron matrimonio.

Me esperaba miles de clichés e historias semi-conocidas, pero con distintos protagonistas. Pero fallé. Y, la verdad, no puedo dejar de compartir con Uds. las dos mejores estrategias de “Romancreatividad” (Romance + Creatividad) utilizadas por los galanes respectivos.

A Lily, por ejemplo, su novio la sorprendió con una visita anticipada. El vive en otra provincia y se supone que llegaba a Vancouver a las 6:00 pm de un viernes, pero llegó mucho antes. Tal como había acordado con el jefe de Lily, cuando ella se retiraba un poco más temprano para ir a buscarlo al aeropuerto, el jefe de Lily le llevó un montón de “cosas urgentes” que atender y le pidió que no se fuera sin terminarlas. Pese a los reclamos de mi amiga, el jefe no cedió y ella se vio forzada a llamar a Derek al celular y avisarle que lo esperaría en casa y no en el aeropuerto. Derek se hizo el ofendido y le dijo que tendrían que hablar seriamente esa noche. Como a los 15 minutos Lily recibe un llamado del jefe para que vaya a su oficina. Y, en lugar del jefe, se encuentra con Derek, de rodillas ante ella y con la argolla en la mano.

Wow!

Pero la que se pasó de buena es la historia de Mauricio y Mariana. El pobre Mauricio se aguantó como tres meses hasta tener todas las condiciones perfectas: Tenía que ser en Brasil (de ahí es Mariana), tenía que ser en la playa (Mariana ama el mar) y tenía que ser al atardecer (porque el primer beso fue en una playa al atardecer). Así es que esperó desde mayo hasta hace un par de semanas, cuando ambos viajaron juntos al país carioca, para proceder con el plan. Como se acercaba el cumpleaños de Mariana y mientras caminaban a la orilla del mar esperando la puesta de sol, Mauricio sacó de su bolso lo que dijo era el regalo de cumpleaños para ella: un libro.

No era cualquier libro, sino uno especial, hecho por él, con fotos de cada uno de los lugares que habían sido significativos para ambos durante los cinco años de la relación. Mauricio pegó una foto en cada hoja, bajo la cual puso una cita entre comillas de algo que Mariana o él dijeron en ese momento y que los marcó de una forma u otra. Al pie de cada página, dibujó una letra gigante…

Cuando Mariana estaba a punto de llegar a la última hoja, Mauricio la detuvo y le preguntó si se había dado cuenta que las letras al pie de cada hoja formaban un par de palabras. Mariana lo miró perpleja. Retrocedió hasta la primera página y comenzó a deletrear “W-I-L-L Y-O-U.” Se apresuró a llegar a la última página y se encontró ahí había con una foto de Mauricio de rodillas diciendo “Marry me.” Cuando Mariana levantó su mojada vista, Mauricio ya estaba de rodillas en la arena con el anillo en la mano. Y ahí junto con la puesta del sol, tal como Mauricio lo había planeado, él y Mariana formalizaron la alianza.

Parece de película. Parece mentira que ciertos hombres puedan ser mil veces más románticos que muchas mujeres. Parece que estos ejemplares fueron sacados de una novela de Danielle Steel o Corín Tellado, sólo para sacarme pica. Pero, lo más importante, parece que todos ellos serán muy felices.

Wednesday, August 09, 2006

The Insider II: Presentando a la Pandilla


“Acabamos de arrendar una película, ¿quieres venir a verla con nosotros?”

Imposible, al menos para mí, rehusar una invitación que implique escapar de la realidad por un par de horitas, a menos que se trate de una propuesta para ver un filme de karate o de héroes hollywoodenses que salvan el mundo con una mano, mientras con la otra toman Coca-Cola. Así es que esa tarde, una rara tarde de verano en que no tenía nada urgente ni impostergable, acepté la invitación que me abriría las puertas al mundo de “La Pandilla de Kerrisdale.”

Lo primero que me sorprendió fue el orden en ese departamento de solteros. Pensaba que visitar los aposentos de cuatro jóvenes de veintitantos, sin previo aviso, sería lo más cercano a adentrarse en la jungla amazónica. Pero no lo fue. (Más tarde confesarían que desde que supieron que me dirigía hacia allá, hasta segundos antes de que llegara, se habían dedicado a sacar botellas del camino, mover muebles, sacudir cojines y esconder una que otra revistilla que pudiese ofender a una fémina).

El suelo casi brillaba, los muebles no tenían telas de araña y los cuatro acababan de sentarse a la mesa a compartir una cena hecha por ellos mismos (Guau! No era pizza ni pasta, aunque sí algo simple). Como broche de oro, uno de ellos había comprado chocolates para consumir durante la película y tuvo la gentileza de dármelos a mí, para que me los comiera solita o repartiera a discreción (o sea, un cuadrito a cada uno y el resto de la barra para mí).

De la cinta mejor ni hablo, ya que - sin ser mala- era rarísima. De lo que sí hablaré es de este grupo cuyas historias (individuales y grupales) me recuerdan pasajes de la antiquísima película “Tres Hombres y un Bebé”, como también algunos episodios de “Sex and the City” y, por supuesto, todos y cada uno de los capítulos de Seinfeld.

En primer lugar está Peter, el mayor de todos y el más raro. Este personaje tiene un trabajo misterioso que le significa pasar horas y horas frente a su laptop y cumplir unos horarios de oficina bastante extraños. A veces trabaja casi toda la noche. Otras veces sólo en las mañanas. Y unas cuantas no se mueve de casa, sino que aplica teletrabajo. Nunca se sabe si Peter está en el departamento o no, ya que mantiene ventanas y persianas siempre cerradas, como si estuviera tratando de impedir algún tipo de espionaje. El único indicio es el lavaplatos: si está lleno de platos sucios y ollas sin lavar, entonces está ahí o acaba de irse.

Luego viene su hermano, George. Muy carismático y buen conversador, este personaje es capaz de venderle software pirata al propio Bill Gates, gracias a su pródiga labia. George siempre está haciendo negocios y trabajo no le falta. Un día perdió su empleo y en la noche de ese mismo día ya tenía dos ofertas. Comenzó en ambas partes al día siguiente. El último negocio de George casi le costó la amistad de sus roommates y hermano. Le dio por cuidar perros. Sólo que por “cuidar” entendía dejarlos encerrados en el departamento con un poco de agua y comida, hasta que los canes se ponían suficientemente histéricos (si no lo eran de antes) como para atacar al primero de los otros tres sujetos que tuviese la desgracia de cruzar el umbral por la tarde. Los vecinos se encargaron de aguarle el negocio y, de paso, salvar sus relaciones personales cuando, hace un par de semanas, le obligaron a deshacerse del par de salchichas que dejó en el departamento mientras él y dos de los otros tres se fueron de camping, dejando al que se quedó (Andrew) y a los vecinos bajo el ataque de los aullidos y ladridos del parcito canino.

A propósito de Andrew. El es el responsable. El que estudia y trabaja. El que lava los platos que el resto ni siquiera piensa en asear mientras haya loza limpia que seguir ensuciando. Andrew es el que recuerda pagar cuentas, el que compra comestibles, el que se levanta temprano y el que –a veces- hasta escucha y aconseja a los demás. Esta figura paternal es –cronológicamente- menor que Peter y George, pero en madurez parece ganarles por décadas. Andrew no es de muchas palabras y aunque parece introvertido, el resto siempre cuenta con él y se nota que lo admiran en silencio.

Finalmente está David, el hermano menor de Andrew y el más chico de la pandilla. Este es el más afortunado, ya que casi siempre se sale con la suya. Hasta hoy se ha dedicado a vivir la vida. A tocar su tambor en la playa nudista. A llamar por teléfono a Andrew, solicitando que le lleven más vodka a la playa porque se le acabó. A tener de a tres novias al mismo tiempo. A colarse tras bambalinas en los conciertos y terminar tomando whisky y conversando con la banda. Pero en pocas semanas más David comienza a estudiar y, más encima, recibe la visita oficial de su mamá que –según dicen los rumores- compró el pasaje a Vancouver “one way.”

Sospecho que pronto le cambiará la vida a esta pandilla. De momento, están muy ocupados, sobre todo uno, tratando de conseguir novia. Pero eso se los cuento en otro post.

Thursday, August 03, 2006

The Insider I: Confesiones de una copuchenta crónica


Cuando era niña soñaba con ser invisible y así poder infiltrarme en grupos para saber de qué hablaban realmente cuando yo no estaba ahí.

De adolescente, desarrollé un increíblemente agudo sentido de la audición en 360 grados, que me permitía (y me sigue permitiendo) escuchar varias conversaciones al mismo tiempo.

De más adulta y, creo que gracias al ejercicio del periodismo, perfeccioné mi audición “parabólica/supersónica” y, no sólo me instruí en rearmar conversaciones completas con los pedacitos que me llegaban entre bocinazos, música, gritos y televisores encendidos, sino que aprendí a participar en ellas, varias veces sin invitación previa, para sorpresa de los que nunca pensaron que los estaba escuchando.

No salía aún de la universidad cuando ya había adquirido “destrezas” complementarias, como el leer documentos al revés (muy útil cuando estás conversando con la secretaria de tu entrevistado y ella tiene algún papel interesante sobre el escritorio) y el memorizar números de teléfono que otros discaban descuidadamente en mi presencia.

Pero nunca, ni en mis mejores sueños, se me había dado la oportunidad que se me está dando hoy: convivir con el “bando enemigo.” Sin necesidad de pretextos, ni disfraces, ni píldoras que me vuelvan invisible o artilugios de periodista en cacería, sino que abiertamente invitada, recibida y aceptada como miembro oficial del ala contraria, a quien no sólo se le tolera su presencia, sino en quien se confía y de quién hasta se aceptan consejos.

No me pregunten cómo ni por qué. Tampoco me pidan nombres reales. Lo único que puedo contarles es que desde hace un tiempo que comparto paseos, cenas, tardes de cine y conversaciones varias con un grupo de cuatro personas. Todos hombres. Todos solteros. Todos muy, pero MUY chistosos.

No podría, aunque quisiera, describir en un solo post a la autodenominada “Pandilla de Kerrisdale.” Son demasiadas las anécdotas por contar y los secretillos por revelar. Basta con decir, de momento, que estoy segura de haber encontrado una nueva fuente de inspiración para numerosos posts que comenzarán a poblar este blog en las próximas semanas.

Hasta entonces.

Y deambulan por este blog:

adopt your own virtual pet!