Cyberceci in Vancouverland

What am I still doing here? Read and find out...

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Location: Vancouver, British Columbia, Canada

I studied Journalism in Chile and have a Master of Journalism at The University of British Columbia (UBC), Canada. My dream? To be the first correspondent on the moon, where I plan to go as soon as I can.

Friday, May 19, 2006

En sus marcas, listos….

Odio los cambios de planes a último minuto. Odio las carreras. Odio los deadlines. Odio el stress. Aún así elegí ser periodista y, aunque no entiendo por qué, me gusta. Y mucho.

Quizás sea esa satisfacción que se siente al saber que eres la primera persona en enterarte de algo y que de ti depende que otros lo sepan también. Pero cuando hay 2.500 cosas interesantes sucediendo al mismo tiempo, de las cuales tienes que estar en unas 2.000 porque es tu trabajo y quieres estar en las otras 500 simplemente porque te interesan, cuesta no sentirse abrumada.

La culpa la tiene, en parte, el inminente verano. Es que acá, en el hemisferio norte, junto con los osos saliendo de su largo periodo de hibernación, pareciera que a todo el mundo se le ocurre inaugurar o hacer algo. Por ejemplo:

1. El sitio Web de noticias para el cual soy editora, Orato.com, por fin abandona su versión beta y sale “on line” con todas las de la ley. Significa que estoy produciendo/editando un promedio de 10 notas diarias. Y confieso que ya estoy en un punto donde se me confunden los autores y sus temas. Por ende, termino pidiéndole al periodista que escribió la nota sobre los condenados injustamente a la Pena de Muerte en Estados Unidos que me dé más detalles acerca de la situación actual en Chernobyl. O llamo a la corresponsal en la India para preguntarle cuándo fue la última vez que habló con Isabelle Dinoire, la francesa que recibió el primer transplante de rostro y ella me recuerda, amablemente, que nunca ha salido de India y que su historia se trata de las mujeres que actualmente son sometidas a flagelos, acusándoselas de “Brujas.”

2. Se viene la época de los festivales y “Semanas de”: Del libro, del Jazz, de Cine, de los Niños, la Comunidad Francófona, de la Juventud, el Día de la Reina Isabel, el Día de Canadá y un cuanto hay. Todos entre junio y la primera semana de julio.

3. Mejora el clima y, por ende, aumentan las invitaciones a “hacer cosas’. Que “vámonos de camping”, “hicking”, “a la playa”, “al lago” O hagamos “un BBQ”, “una fiesta”, “un paseo”, “un pic-nic.” O vamos a ver el estreno de “El Código Da Vinci,” “United 93” u otra película y, así, un largo etcétera que el punto uno me ha obligado a perderme.

4. Pero, lo más importante, y que no me avergüenzo en confesar espero ansiosa, es la Copa Mundial de Fútbol.

Como buena fan/periodista, no sólo ya me sé el calendario de partidos de memoria (o lo que me queda de ella), sino que estoy pendiente de toda la parafernalia complementaria.


Por ejemplo, como parte de su famosa campaña "Priceless," me enteré que Mastercard Internacional lanzó su primer spot mundialero, que bautizaron como “Fiebre.” Para representar a la amplia gama de los fanáticos del fútbol, la gente de Mastercard utilizó en este spot a verdaderos hinchas de más de 30 nacionalidades. Por ahora pueden ver la versión en inglés aquí, pero a contar del lunes 22 de mayo y hasta el fin de la Copa Mundial, de seguro se encontrarán con este comercial, ya sea en inglés o español, en más de alguna estación de TV.

ESPN y ABC Sports también están a punto de lanzar su mega campaña “Un Juego lo Cambia Todo”, con la voz del mismísimo Bono anticipando lo que se viene.
Parte de esta campaña es el spot "Ivory Coast," que revela cómo el Presidente de ese país proclamó una tregua en la guerra civil que ya se extendía por tres años para que el equipo nacional pudiera asistir por primera vez a un Mundial de Fútbol. Otro es "Tartan Army," que muestra cómo el grupo de fanáticos escoceses se prepara para asistir en masa al Mundial pese a que su país no calificó. Pero mi favorito es "Sick Days," que se refiere a cómo, cada cuatro años, el número de personas que presentan licencia médica (especialmente hombres) aumenta un 300% en el mes de junio. Lo chistoso, y que lo hizo mi favorito, es ver cómo estos empleados “enfermos” se encuentran con sus jefes “en viaje de negocios” en los estadios. Lograr tener esos encuentros verídicos en cámara y conseguir permiso para convertirlos en un spot publicitario sí que fue un golazo mundial.

Y mientras -por un segundo- cierro mis ojos y me transporto hasta Alemania, para presenciar en vivo y en directo un buen partido, como el de Inglaterra versus Paraguay, me interrumpe un llamado telefónico para confirmarme que uno de los mineros que estuvieron atrapados durante 14 días en Australia ha aceptado concederme una entrevista telefónica.

Goooooool!

Wednesday, May 03, 2006

Mala ¿Y qué?

No sé qué me está pasando, pero desde hace días que no me reconozco. Y, lo que es más extraño aún, me gusta mi nueva faceta. Pareciera que la Cecilia comprensiva, dulce, que anestesia cualquier frase o respuesta que pueda herir a otros, fue secuestrada por los marcianos. En su lugar, emergió una nueva Cecilia. Mandona, de hablar golpeado y tajante y, admitámoslo, hasta un poquitín cruel. Ejem, más que un poquitín.

Varios de mis amigos andan en las mismas, así es que podría disculparme diciendo que se debe a la posición de los planetas, a una acumulación de energías, al cambio de estación o cualquier cosa por el estilo.

Pero no. No hay explicaciones mágicas, ni lógicas. Simplemente ando de mala por la vida y lo estoy disfrutando. Tanto, que me gustaría que mi viejo yo no volviera jamás.

Algunos ejemplos:

Se me antojó un Capuccino. La chica que salió a atenderme apenas sabía inglés. En cambio, demasiado obviamente, hablaba español. Se veía complicada. Repasaba nerviosamente la lista de códigos a ingresar en la máquina registradora. Y mientras le daba una mirada a un tipo con cara de jefe que la miraba feo, se iba poniendo más y más nerviosa.

¿Qué habría hecho la antigua Ceci? Sin pensarlo un segundo, le habría re-ordenado el café en español y hasta ayudado a encontrar el código correspondiente. La nueva, en cambio, siguió hablándole en el inglés más gringo que pudo y, cuando recibió un Latte en lugar del solicitado brebaje, no sólo no lo aceptó, sino que tampoco quiso esperar a que le hicieran el Capuccino pedido originalmente. Esta nueva Cecilia se limitó a decir que se le habían pasado las ganas de tomar café, pidió su dinero de regreso, se dio media vuelta y se fue feliz y campante.

Si eso no es ser mala, ¿qué me dicen de lo siguiente?:

Conversando con mi hermana por teléfono me enteré que uno de sus compañeros de trabajo, un tipo de esos que juegan sucio y tratan sin respeto, se cayó mientras montaba a caballo. Apenas escuché la noticia, me puse genuinamente contenta. Mi hermana, que es la que usualmente se ríe de las desgracias, me pidió que no lo hiciera porque la caída había sido grave y el tipo en cuestión podía quedar parapléjico. Juro que antes ese pensamiento me hubiese frenado en seco y hasta me hubiese hecho sentir lástima por el susodicho. Pero esta vez no ocurrió así. La nueva Cecilia dejó de reir a carcajadas, es cierto, pero nadie pudo borrarle la sonrisa de la cara ni el profundo sentimiento de satisfacción en el alma.

Y para rematar, mi broche de oro:

Sábado en la noche. Tras mucho tiempo sin salir, decidí ir con unos amigos a bailar. Después de todo, uno de ellos se regresaba para siempre a su país el lunes y había que despedirlo como corresponde. Acababa de bailar con quien –para efectos de esta narración- llamaré Tofu, cuando una amiga de él, a quien no había visto antes, llegó a saludarlo. La chica, a quien llamaré Wasabi, me miraba con recelo, ya que Tofu estaba sentado a mi lado y conversábamos. Wasabi, quien sí había escuchado hablar de mí, comenzó a hacerme preguntas, como –por ejemplo- desde hace cuanto tiempo que nos conocíamos con Tofu, que si era yo la que le había prestado esa película de la cual él no dejaba de hablar y otras cosas que yo supe perfectamente para dónde iban dirigidas. La Cecilia de antes se hubiera apresurado en aclarar, de manera fina y clara, que no tenía ningún interés en Tofu y que, por lo tanto, Wasabi podía considerar la pista despejada. Pero la nueva Cecilia se limitó a contestar con respuestas muy poco definidas y, para su propia sorpresa, al cabo de un rato tomó a Tofu de la mano y lo sacó a bailar la canción que comenzaba a tocar la banda en vivo.

¿Mal, no? Bueno, la cosa se pone peor. Apenas regresó a la mesa, la nueva Cecilia preguntó a Wasabi por qué no se había parado a bailar con todo el grupo.

“Es que cómo me iba meter a interrumpir si tú y Tofu estaban bailando juntos,” contestó Wasabi.

Entonces, en lugar de decirle el típico “Pero qué importa si somos sólo amigos,” la nueva Cecilia levantó una ceja, soltando al mismo tiempo un simple “ah”. Y acto seguido, se dedicó a disfrutar de la cara de decepción de Wasabi.

Podría seguir con varias historias más, como la forma en que respondí hoy al desafortunado que llamó a un tal Mr. Peralta a mi número privado de la oficina, pero prefiero dejarlo hasta aquí y, por mientras, seguir disfrutando el ser mala por todo el tiempo que me dure.

¡Qué mala!

Y deambulan por este blog:

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