Cyberceci in Vancouverland

What am I still doing here? Read and find out...

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Location: Vancouver, British Columbia, Canada

I studied Journalism in Chile and have a Master of Journalism at The University of British Columbia (UBC), Canada. My dream? To be the first correspondent on the moon, where I plan to go as soon as I can.

Tuesday, January 24, 2006

Tus (mis) cinco manías

Alguien por ahí tiene la manía de andar inventado cadenas. Otro por allí tiene la manía de contestarlas y pasarlas. En este segundo grupo me inscribiré hoy yo. Gracias al gentil auspicio de Arkadiaz, quien me ha dejado una cadena que me pareció muy simpática. Por eso no lo pensé dos veces y aquí va.

Ah! Sí, primero permítanme presentarles las reglas del juego:

El primer jugador (fijo que fue algún bicho raro que se sentía sólo en su mundo de maniático y necesitaba confirmar si había más ociosos como él) de este juego inicia su mensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos". Las personas que son invitadas (el resto de los maniáticos que deambulan por la red) a escribir un mensaje en su respectivo blog a propósito de sus extraños hábitos, deben también indicar claramente este reglamento (por si alguien es lento y le cuesta entender de qué se trata la cosa). Al final, tienes que escoger a 5 nuevas personas (eso para hacer amigos o para joderse a un enemigo), listándolos con los respectivos links a sus blogs. No olvides dejar un comentario en los blogs de tus víctimas, diciendo algo así como: "Has sido elegido" y los invitas a leer el tuyo.

Pues ese es el jueguito. Ahora les cuento algunas de mis manías, que obviamente son bastantes más de cinco… pero que aquí intenté condensar…

En primerísimo primer lugar de todas las manías que he tenido, tengo y tendré, destaco mi relación de amor/odio con el teléfono. Me encanta comunicarme con mis amigos y familiares, pero odio que suene cuando yo no quiero. Así es que, para no tener que atender, lo desconecto o lo apago. El problema es que lo mantengo más apagado que en uso, ya que no contesto cuando: estoy escuchando o viendo las noticias, estoy viendo una película, estoy comiendo (mínimo tres veces al día) o estoy a punto de quedarme dormida.

Segunda: No sólo soy vegetariana, sino que tampoco uso ni cuero legítimo ni pieles. En nada de nada: ni zapatos, ni carteras, ni abrigos, ni billeteras...N-A-D-A. Es cierto que esta “manía” me ha traído más de alguna molestia, especialmente en mis pies, pero me enorgullece pensar que he salvado la vida de un animal y que le he dado trabajo a otro animal: mi psicólogo.

Tercera: Siempre ando apagando la luz de las habitaciones donde no hay nadie y los artefactos que alguien olvidó apagar (TV, radios, etc). En el trabajo, por ejemplo, ya no preguntan quien apagó la luz de la cocina… Sólo escucho que me gritan “Buenos días, Cecilia”, pues saben de sobra quién estuvo allí.

Cuarta: No soporto el desorden. Es algo que me supera, me pone de mal humor y me deprime, todo al mismo tiempo. De niña no podía estudiar si mis cuadernos no estaban todos subrayaditos y ordenados. De vieja, no puedo comenzar a trabajar o escribir si mi escritorio está desordenado o, peor aún, sucio.

Quinta: Siempre llevo chocolates, mi cepillo de dientes y la pasta en la cartera. Vaya donde vaya, por corto que sea el viaje (hasta para salir de compras). De lo contrario, me baja una angustia indescriptible, que no se me pasa hasta que compro el elemento faltante de la trilogía mágica (usualmente el chocolate, que es el que se me acaba más pronto).

Gracias a Dios que para propósitos de este jueguito sólo son cinco manías. Podría haber seguido escribiendo un par de páginas más!!!!

Y ahora, porque los conozco y sé que va a resultar súper interesante y gracioso leer sus manías, le paso esta cadena a:

Karenciña

René

Paz

Elisa de Cremona

Hego

Thursday, January 19, 2006

¿Cómo se hace?

Para sentirse entera, cuando tu cuerpo está aquí, pero la mitad de tu corazón y de tu mente se quedaron allá.
Para sentirse en casa, cuando los cambios experimentados te hacen ver que en realidad no perteneces ni allá ni acá.
Para retomar tu camino, cuando ya no sabes hacia dónde quieres ir.
Para seguir haciendo lo que haces, mientras descifras el enigma.

[I am unwritten, can't read my mind, I'm undefined
I am just beginning, the pen's in my hand, ending unplanned
Feel the rain on your skin
No one else can feel it for you
Only you can let it in
No one else, no one else
Can speak the words on your lips
Drench yourself in words unspoken
Live your life with arms wide open
Today is where your book begins
The rest is still unwritten
Natasha Bedingfield. “Unwritten Lyrics”]

Thursday, January 05, 2006

¡Por suerte estoy de vacaciones!


“Cuando llegue a Chile sí que voy a descansar,” me dije en innumerables oportunidades, en medio del estrés que viví el mes previo a mi viaje. Y con la idea de “domir-hasta-más-tarde-comer-rico-relajarme” como mandato central, partí rumbo a mi Patria.

A ya veintidós días de mi arribo, todavía estoy tratando de averiguar cuál parte de la ecuación falló, porque salvo el comer rico, todo el resto quedó en el plano de las ideas.

Quizás influyó el que me “lancearan” (robo sin violencia, para los que no son chilenos) a sólo tres días de mi llegada. O tal vez fue el impacto de perder la visión mientras intentaba cruzar Alameda, la avenida más transitada de la capital, cuando uno de los tantos adolescentes que se derriten con los 32 grados Celsius con tal de ganarse unos pesos en el período pre-electoral, me ondeó su bandera en plena cara, dejándome enceguecida, pero con los oídos suficientemente habilitados como para oír los bocinazos y los garabatos de los conductores que –“amablemente”- me invitaban a “apresurarme.”

No, no. Pensándolo bien, creo que han sido las quejas familiares: “Si venías a puro ver a tus amistades, mejor te hubieras quedado en Canadá,” “Deja una foto pa’ que nos acordemos de tu cara,” “¿Qué? ¿Vas a salir de nuevo? ¡Shhhhh!,” “¿A qué hora vuelve mijita?… Acuérdese que tiene casa,” “¿De dónde cresta sacai tanto amigo?… Ya poh, corta el hue…”

Posiblemente también han aportado su cuota los amigos y sus respectivos reclamos: “Y ¿cuándo nos vemos? … Deja un ratito pa´los amigos poh,” “Parece que vai a tener que empezar a dar hora,” “¡Podríamos ir a la playa/campo/piscina/teatro/cine esta semana!”, “¿Tienes planes para más rato, esta tarde/esta noche/mañana/el fin de semana?”

¿O será el estrés de correr de un lado a otro?: “Perdón la visita de médico, pero tengo que estar dónde NN en 20 minutos.. Claro sí, juntémonos otro día,” sufriendo por saber que ese “otro día” probablemente nunca llegue.

Al cóctel anterior, súmesele una conexión a Internet conmutada vía un computador de Paleolítico, que ha logrado incentivar mi creatividad, motivándome a inventar novedosas maldiciones y garabatos (los que me sé se me agotan cada vez que pierdo media hora tratando de conectarme). Añádasele los e-mails no contestados (me carga no responder dentro de un plazo razonable de 24 a 36 horas), más las visitas y llamadas telefónicas pendientes. No se olvide de agregar la infaltable pizca de Mamá, especialmente si es despertándome (quizá como pequeña venganza) entre 6:45 y 7:00 am todos los días para preguntarme cosas muy importantes (como por ejemplo, si tengo algún compromiso en la noche, o qué traje de baño voy a llevar a las Termas este fin de semana, o si me gustaría que me trajera un cafecito a la cama como a eso de las 9:00 am.) y el resultado ya se va haciendo más evidente.

Tal como me escribió Eduardo, un muy buen amigo a quién vi apenas un par de horas durante la primera semana: “Supongo que tendrás que tomarte vacaciones en Vancouver de tus vacaciones acá en Chile.” Y así fue que, gracias a él, me acordé que –afortunadamente- estoy de vacaciones.

Y deambulan por este blog:

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