Aplastada por una estampida de elefantes!!!
Si eso me hubiese pasado me sentiría igual o quizás mejor. Es el precio de ser independiente y porfiada. De no saber pedir ayuda cuando la necesito. De creerme la súper amiga, súper hermana, súper hija, súper periodista y querer hacerlo todo yo solita. Y lo mejor posible.
Pero sobreviví. Una vez más.
Comencé a correr la maratón el sábado 26 de febrero, cuando me tuve que enclaustrar en la oficina de UBC para cerrar la edición de la revista de marzo. Trabajé todo el fin de semana (con la pausa del Sábado en la noche, cuando fui a la reunión que inspiró el post anterior). Luego, Lunes y Martes trabajé de día y empaqué de noche, ya que me cambiaba el Miércoles. Así fue, pero el mismo día ocurrió una emergencia en mi otro trabajo oficial (hago el newsletter de una empresa minera canadiense con operaciones en Chile) y tuve que llegar a mi nueva casa a desempacar sólo el pijama, el cepillo de dientes y el laptop. Me dieron las 2:00 o las 3:00 am escribiendo, ya no me acuerdo. Cuando terminé, apenas pude ponerme el pijama y dormí así, sobre el colchón, tapada con la ropa que había usado durante el día.
Ya tenía media pista recorrida, no me iba a dar por vencida ahí. Además, quedaba aún la reunión del Jueves (día siguiente a mi mudanza), en la cual tenía que dar una presentación sobre lo que fue mi “gestión” como editora de la revista en el año académico 2004-2005. Con apenas cinco horas de sueño y un dolor de cuello antipatiquísimo (aún no me conseguía una almohada), llegué a la oficina a preparar mi presentación, asistir a la reunión y dar clases de español después de eso. Al día siguiente destiné media hora a hacerme amiga del pastor alemán tamaño jirafa que tienen los dueños de casa (coima, léase, galleta de huesito, incluida en el show matutino). En la oficina no paré de teclear y teclear. Todo por llegar a tiempo a la clase de tango, desde donde corrí a una fiesta de salsa en la cual tocaba a manera de debut un amigo colombiano.
El Sábado en la “mañana” (digamos, desde las 11:30 am de la madrugada) desempaqué y me fui al cumpleaños de Christian, el pololo de Claudia, una pareja de chilenos espectacular, que merece post aparte.
Entremedio, convencí a mi mejor amigo de no ser gil y aceptar el trabajo que le ofrecieron acá en Canadá en lugar de volverse a Chile. Fui paño de lágrimas de una conocida y me fui a otro cumpleaños el Domingo, donde cociné empanadas, bailé al ritmo de los Fabulosos Cadillac hasta que ya no sentí los pies, conocí a una cuantas féminas que se merecen el título de Brujas (con mayúsculas) y también confirmé que no todos los hombres son como la mayoría de los que existen en mi mundo (casos perdidos), sino que hay algunos muy lindos (por dentro y por fuera) y también que un litro de café cargado con muchos chocolates como única alimentación en casi 24 horas, de seguro te provocan un ataque al colon y que es hora de que vaya asumiendo que la jovencita que aparece en mi pasaporte no es la Ceci de hoy, pues a ésta le duele todo el cuerpo y a veces hasta echa de menos poder darse el lujo de ser débil y que alguien le de un abrazo o la aliente “desde la galería,” para convencerla de seguir corriendo sin desmayar. Y que la haga creer por un instante que será la última vez. Que todo va a estar bien tranquilo después. Que lo peor ya pasó.
Para los que saben leer entre líneas:¡Feliz Día Internacional de la Mujer!
Pero sobreviví. Una vez más.
Comencé a correr la maratón el sábado 26 de febrero, cuando me tuve que enclaustrar en la oficina de UBC para cerrar la edición de la revista de marzo. Trabajé todo el fin de semana (con la pausa del Sábado en la noche, cuando fui a la reunión que inspiró el post anterior). Luego, Lunes y Martes trabajé de día y empaqué de noche, ya que me cambiaba el Miércoles. Así fue, pero el mismo día ocurrió una emergencia en mi otro trabajo oficial (hago el newsletter de una empresa minera canadiense con operaciones en Chile) y tuve que llegar a mi nueva casa a desempacar sólo el pijama, el cepillo de dientes y el laptop. Me dieron las 2:00 o las 3:00 am escribiendo, ya no me acuerdo. Cuando terminé, apenas pude ponerme el pijama y dormí así, sobre el colchón, tapada con la ropa que había usado durante el día.
Ya tenía media pista recorrida, no me iba a dar por vencida ahí. Además, quedaba aún la reunión del Jueves (día siguiente a mi mudanza), en la cual tenía que dar una presentación sobre lo que fue mi “gestión” como editora de la revista en el año académico 2004-2005. Con apenas cinco horas de sueño y un dolor de cuello antipatiquísimo (aún no me conseguía una almohada), llegué a la oficina a preparar mi presentación, asistir a la reunión y dar clases de español después de eso. Al día siguiente destiné media hora a hacerme amiga del pastor alemán tamaño jirafa que tienen los dueños de casa (coima, léase, galleta de huesito, incluida en el show matutino). En la oficina no paré de teclear y teclear. Todo por llegar a tiempo a la clase de tango, desde donde corrí a una fiesta de salsa en la cual tocaba a manera de debut un amigo colombiano.
El Sábado en la “mañana” (digamos, desde las 11:30 am de la madrugada) desempaqué y me fui al cumpleaños de Christian, el pololo de Claudia, una pareja de chilenos espectacular, que merece post aparte.
Entremedio, convencí a mi mejor amigo de no ser gil y aceptar el trabajo que le ofrecieron acá en Canadá en lugar de volverse a Chile. Fui paño de lágrimas de una conocida y me fui a otro cumpleaños el Domingo, donde cociné empanadas, bailé al ritmo de los Fabulosos Cadillac hasta que ya no sentí los pies, conocí a una cuantas féminas que se merecen el título de Brujas (con mayúsculas) y también confirmé que no todos los hombres son como la mayoría de los que existen en mi mundo (casos perdidos), sino que hay algunos muy lindos (por dentro y por fuera) y también que un litro de café cargado con muchos chocolates como única alimentación en casi 24 horas, de seguro te provocan un ataque al colon y que es hora de que vaya asumiendo que la jovencita que aparece en mi pasaporte no es la Ceci de hoy, pues a ésta le duele todo el cuerpo y a veces hasta echa de menos poder darse el lujo de ser débil y que alguien le de un abrazo o la aliente “desde la galería,” para convencerla de seguir corriendo sin desmayar. Y que la haga creer por un instante que será la última vez. Que todo va a estar bien tranquilo después. Que lo peor ya pasó.
Para los que saben leer entre líneas:¡Feliz Día Internacional de la Mujer!
6 Comments:
P.S: Gracias Roberto por ser el primero (y quizás el único) que nos saluda en un día como hoy...
Hip, hip Urra... Viva la Cyber Ceci. Mi amiga virtual tanguera y salsera... Veo que está abriendo su vida a las recetas del doctor. Creo que sin querer te mande mil veces repetido un mail, porque mi compu se vovió loco. Así que Feliz día, Feliz día, Feliz día, Feliz día, Feliz día, Feliz día, Feliz día... Besus
Hola ceci,
Wow tu días maratónicos... ¿y lo haces todo, todo sola y tod bien?... Me gustaría ser como tú. Feliz día.
katina
Todo sola,sí...pero todo bien..... ja! Gracias por la visita, Katinita (salió verso) y a Paloma mil gracias por ser my cheerleader virtual.
vaya con tu vida, tal vez deberías invertir en clones de ti misma, no?
Pero yo tambi´rn soy del tipo "yo puedo con todo" y termino con los pies molidos y los huesos en la mano...
jaja
un besote
Asi que en "esto" has estado ocupada... pobre ceci, con cambiarse habria sido suficiente desgaste ;) De donde sale tanta energia me pregunto yo? En fin, desde ahora se espera post relativo a los perros (host & guests) de tu landlord y cualesquiera otras bondades del vecindario (you know what I mean). Un abrazo ceci, ya nos ponemos al dia...
tu (nada de perfida, amiga) Albion
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