Mi Coky

Angela me acaba de llamar desde Chile. Desde que, hace casi un año, esa misma voz temblorosa me avisó que nuestro papito nos había dejado, se me para el corazón cada vez que la oigo. Sé que si me llama al celular en horas de trabajo es que algo grande ha pasado.

Me ha dicho que ha llegado la hora, que ya no podemos dilatar más tu agonía. Es difícil, Coky, poder decirte adiós sin que las lágrimas me nublen la vista. Es aún más difícil hilar mis ideas y escribir algo coherente. Sólo quiero darte las gracias. Gracias por todos los momentos maravillosos que nos brindaste en estos casi 19 años. Gracias por haberme devuelto las ganas de vivir en esos tiempos negros de la adolescencia. Gracias por moverme la cola aún cuando te estaba retando. Y por hacerme reír cuando estuve llorando. Gracias por la lealtad, el amor incondicional y la presencia constante. Gracias por haber ayudado a mi familia a no sentir tan fuerte mi ausencia y por haber acompañado a mi mami y hermana este último año, tan difícil para nosotras.

Mi Coky: fuiste el primero y el único. Una mascota, un hijo, un hermano, un amigo, un nieto. Ojalá exista algo así como un paraíso para los animalitos para que en unas horas más puedas volver a correr, saltar y jugar como en los viejos tiempos… aquéllos que quedarán para siempre grabados en la memoria y en los corazones de quienes te tuvimos en nuestras vidas.